El colapso de los derechos humanos – Fernando Egaña

 Fernando Luis Egaña

El sistema o la estructura de los derechos humanos en Venezuela ha sufrido un colapso, una ruina, una destrucción en estos años de mengua, y en particular en los últimos tiempos. Estos derechos están reconocidos en los textos normativos, comenzando por la Constitución de 1999, que es profusa al respecto, pero no están garantizados ni asegurados, porque si los estuvieran, no serían tan masiva y sistemáticamente violentados por el poder establecido.

Y en ese sentido no se salva ningún género de derecho humano, ni los políticos, ni los civiles, ni los sociales, ni los económicos, ni los culturales, ni ninguno. Protección interna a los derechos humanos, por parte del Estado, no sólo no la hay, sino que ese Estado es el principal violador de todos los derechos humanos. Y lo hace tratando de convertir a las victimas en victimarios y a éstos en aquéllos. Falseando descaradamente la verdad.

Protección externa a los derechos humanos en Venezuela, pues tampoco la hay de manera efectiva, porque la hegemonía se ha salido del marco protector de los derechos humanos a nivel interamericano, y no reconoce la pertinencia de los organismos no gubernamentales que se dedican a la defensa de los derechos humanos a nivel regional, hemisférico o mundial.

Esa realidad es una tragedia, tanto por el desamparo en que se encuentra la nación venezolana frente al poder, como por la impunidad de ese poder en todo tipo de agresiones que perpetra a los derechos humanos. Es trágico, por tanto, que a estas alturas del siglo XXI, Venezuela sea un país de presos políticos, de perseguidos políticos, y de exiliados políticos. Por ello debe recordarse que cuando Chávez llegó al poder, en nuestro país no habían ni presos, ni perseguidos, ni exiliados por razones políticas.

Es cierto que la Constitución de 1999 tiene una cara afirmativa en materia de derechos humanos y que por lo general se la considera como un avance. Razón de más para denunciar el retroceso real del aseguramiento de esos mismos derechos. La represión política, incluyendo el asesinato y la tortura, acaban con los derechos fundamentales. El despotismo y la censura acaban con los derechos políticos y civiles. La gigantesca corrupción y la debacle de la economía, acaban con los derechos sociales y económicos.

Todo se violenta, como vemos, en materia de garantía de derechos humanos. Y las instituciones del Estado encargadas directamente de velar por éstos, tienen una responsabilidad agravada. El fundamento de una democracia está en los derechos humanos. Pero no de palabra o de letra, sino en la vida diaria de las personas, las familias, las comunidades y la sociedad. En Venezuela eso no tiene vigencia práctica, y por allí debe iniciarse el camino de la reconstrucción de la democracia venezolana.

A los derechos humanos hay que rescatarlos de la ruina, de la destrucción, del colapso. Hay que recuperar el sistema y la estructura de los derechos humanos de los venezolanos, para que desde allí se fundamente un futuro democrático.

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Poder y corrupción, corrupción y poder – Antonio Sánchez García

  Antonio Sánchez García

Reducido al estricto ámbito crematístico, el término alude al uso, abuso y usufructo de los dineros públicos, quebrantando la ley,  para afianzar el respaldo de los protegidos y favorecidos por el detentor de un régimen a su sistema de dominación. Abrirle las bóvedas de los dineros públicos a funcionarios y paniaguados, amigos y familiares del poderoso no es, por ello, una novedad. Pertenece a la tradición política universal. Para refrenar la cual se han creado las instituciones del Estado. Y para abusar y hacer una utilización indiscriminada de ella, las dictaduras.

Las dictaduras son el epitome del uso indiscriminado de la corrupción. Pues en ellas va acompañada de dos factores que la respaldan y favorecen: la siempre latente o factual amenaza de muerte o de todos sus prolegómenos y metáforas – la persecución, la cárcel, el asesinato – al adversario arrinconado, y por su complemento necesario: la corrupción política. Detrás de los doce mil millones que acapara y oculta en un banco extranjero un guardaespaldas del mandatario o de los miles de millones que se le atribuyen a los capataces y  poderosos del régimen, está la promesa de casas, carros, computadoras, pollos, huevos y hasta papel toilette – cuando dicha dictadura hace crisis – al último sostén de la dictadura: el bajo pueblo.

Nada novedoso: pan y circo para la servidumbre, oro y diamantes para los paniaguados.

El nazifascismo hizo un uso estricto y bien administrado de la corrupción. Desarrolló incluso una estética del deslumbramiento. Más que Hitler, el esteta de la corrupción hitleriana fue Göhring: palacios, obras de arte, vestuario y unas escenografías monumentales que debían transmitir la impresión de la grandeza celestial de un imperio que prometía durar más de mil años. Era una corrupción la suya que revertía sobre la imagen del propio régimen y el brillo especular que despedía su existencia. El protestantismo germano le ponía límites a la avaricia y la ostentación individual: más que dinero en bruto, los jerarcas exhibían una riqueza inmediata en sus limusinas de lujo, sus palacetes, sus obras del arte universal saqueadas en sus correrías bélicas, sus uniformes, sus joyas. Hugo Boss fue el diseñador de sus uniformes.

Puede que en ese hecho – la naturaleza social del usufructo de la corrupción – radique la diferencia esencial entre la corrupción de las jerarquías nazis y bolcheviques y los jerarcas del Poder en Latinoamérica. Pues con el estalinismo se desata la misma fiebre de la corruptocracia: hartarse con caviar y champaña mientras se hambrea y desangra al pueblo. La corrupción que hoy se vive abandonó su funcionalidad burocrática para detenerse en el corrupto por antonomasia: el funcionario.

Carente de un sistema de dominación estructurado que no lo esté sobre la brutal base del poder sobre la vida y la muerte del pueblo emancipado y la dominación de la seducción el engaño y la perversión moral del populacho, hoy la corrupción se expresa en el simple arrebatón del privilegiado que se sienta a la vera del tirano. Desde espalderos a asesores y desde aliados a familiares, la fuente de la riqueza inmediata fluye por miles de miles de millones de dólares. Sin el temor al control o al castigo. “Insomne, sorda, como un viejo remordimiento o un vicio antiguo” – diría Césare Pavese. La muerte.

Cuando Bolívar manifestó a comienzos del Siglo XIX que la moral y las luces eran las primeras necesidades del pueblo venezolano dijo, en positivo, lo que era su estricta verdad en negativo: el pueblo llano venezolano carecía de ambos atributos. Ni tenía luces ni sabía de moral. Dos soberbios atributos adquiridos como una segunda naturaleza por el hombre en decenas, si no cientos de miles de años de civilización y cultura. A mayor barbarie, menos moral y menos luces. Una vez victoriosa la revolución independentista, para Bolívar venía la verdadera revolución: la revolución cultural y moral. Arrebatarle Venezuela a la barbarie y dirigirla por la senda de la cultura y la civilización.

(Pero tampoco un venezolano magnífico y extraordinario como Bolívar podía hacer milagros: para lograr la independencia política tuvo que transar con la incultura y la barbarie. La dialéctica de su ilustración. Servirse de las mismas tropas de que se sirvieran Boves y Antoñanzas, arrebatadas por Páez con la promesa de tierras y poderío. Y crear una Nomenklatura de caudillos que se le atravesarían en el camino a todas sus intenciones de moral y de luces. Desde entonces la Independencia política de nuestro país trastabilla en manos de caudillos bárbaros y corruptos, tiranos y dictadores. Salvo durante treinta impecables años de esfuerzos civilizatorios. Tras doscientos años de República democrática el pueblo aún parece huérfano de moral y de luces. Como si la modernidad no hubiera hecho mella en sus espíritus ¿O ya hay quién lo niegue?)

La estirpe sembrada por Antonio Leocadio Guzmán engendraría una de las primeras más fastuosas y rumbosas fortunas debidas a la corrupción política de que Europa se enterara en el último tercio del Siglo XIX: la de su hijo Antonio Guzmán Blanco, el Ilustre Americano. Mientras su padre negociaba la entrega de la recompensa en oro que el gobierno peruano dispusiera en agradecimiento al Libertador, su hijo, funcionario de Monagas, obtenía un crédito del gobierno inglés para Venezuela cuya sola comisión le produjo el equivalente a bastante más de cien millones de dólares – para entonces una suma tan fastuosa como los doce mil millones de dólares depositados por Alejandro Andrade en una sucursal suiza de un banco londinense – , con los cuales cimentó una exuberante fortuna de la que él y sus hijas disfrutaron en Paris codeándose con la aristocracia y el nuevoriquismo francés con la que se emparentaría siguiendo la clásica alianza de aristócratas pobres como unas ratas con arribistas sin clase, pero multimillonarios. Otro caso similar vivimos en estos tiempos de resurrección de nuestra barbarie con otro matrimonio de campanillas celebrado en Madrid bajo los mismos principios. Un aristócrata de añosa dictadura con un banquero sombreado por la estentórea figura del autócrata.

Un reciente reportaje de El País, de España, se refería a los vaivenes de los gobiernos de las tres damas de la izquierda suramericana  – Dilma Rousseff, Cristina Kirchner y Michelle Bachelet – afectadas en pleno plexo solar por sendos actos de corrupción, de dimensiones prácticamente desconocidas hasta ahora. Un tiempo que bien podríamos bautizar como los tiempos de la corrupción.

El hilo de Ariadna que une la tradición corruptocrática de Venezuela – saldada con la homérica, pantagruélica, heliogábala cifra de trescientos cincuenta mil millones de dólares supuestamente saqueados del tesoro público –  es de difícil rastreo en la historia de la corrupción pública de Brasil, de Argentina y de Chile. Pero la novedad no radica tanto en su existencia previa, de la que el caso de Chile es particularmente revelador, pues la corrupción parece allí  relativamente inédita. Lo verdaderamente novedoso e impactante es que se trata de una corrupción de alto vuelo llevado a cabo por gobiernos socialistas, incluso filocastristas y, desde luego, amplia y definitivamente favorables al castrochavismo venezolano.

Es la corrupción, el saqueo y la indebida apropiación de los dineros públicos, adobada con crímenes contra la justicia y la moral públicas de parte de quienes, herederos del más estricto y riguroso moralismo bolchevique, no sólo la consideraban parte indiscernible del capitalismo y la política liberal-conservadora que lo acompañan,  sino que se exhibían como garantes incorruptibles de la mayor probidad. Para decirlo con una vieja y desesperanzadora exclamación: es el acabose de mundo. Ni la izquierda, ni muchísimo  menos la castrista y revolucionaria, se salva del mal de los ladrones, estafadores, saqueadores y caballeros de industria que parece haber llegado para dominar el mundo.

Un caso ilustra el cambio de los tiempos. Las fuerzas armadas chilenas mantuvieron  pleno, absoluto y total respaldo a su comandante en jefe mientras libró lo que consideraban, siguiendo la doctrina del Estado chileno, la guerra total contra la subversión castrista. Contra viento y marea, en las buenas y en las malas. Incluso en los tiempos de mayor adversidad, cuando prisionero de la justicia inglesa se debatía entre la libertad y la prisión de por vida.  No era un chileno cualquiera el que se enfrentaba a la justicia internacional: era “su” comandante en jefe, el único capitán general desde tiempos independentistas. Pero bastó que saliera a luz un depósito a su favor por 12 millones de dólares en un banco inglés, para que dicho respaldo le fuera retirado de inmediato y para siempre. Una cosa era luchar a muerte contra la subversión y otra muy distinta servirse del Poder para enriquecerse.

Doce millones de dólares. Nada, una minucia, una calderilla, sencillito para propinas de un Alejandro Andrade o cualquiera de los billonarios boliburgueses del régimen venezolano. O gastos de representación para la ágrafa heredera del autócrata en funciones diplomáticas.   Pero poco menos que la misma suma que movió la nuera de Michelle Bachelet accediendo a un crédito de favor de un banquero cercano a la Concertación y la Nueva Mayoría gobernante para comprar unos terrenos que revendidos luego de un cambio de regulación urbana, de la que sólo el hijo de la presidenta de Chile podía estar informado, redundaría en una ganancia inmediata cercana a los tres millones de dólares.

Las fuerzas armadas le retiraron por esos doce millones de dólares todo su apoyo al general en desgracia. ¿Le retirará ahora su apoyo el partido de la presidenta? Ya poco importa: el daño está hecho.

@sangarccs

¿Por qué no firmar? – Trino Márquez

Trino Márquez

Denunciar la “agresión” imperialista del presidente Barak Obama se ha convertido en la nueva obsesión del gobierno de Nicolás Maduro. Con ella busca obtener algunos laureles nacionales e internacionales. Aspira a llegar a la Cumbre de Panamá como el nuevo Fidel Castro montado sobre un legajo de firmas recogidas con amenazas y chantajes de los organismos del Estado.

No se trata de una obsesión espontánea, desde luego, sino de una apuesta fríamente calculada. No es el ánimo patriota que animaba a los próceres de la Independencia lo que está detrás de la alharaca patriotera, sino el deseo de darle al alicaído mandatario un barniz de grandeza y dignidad del cual carece. Su lucha antiimperialista representa una tabla de salvación para rescatarlo de la tormenta en la que metió al país producto de su proverbial  ineptitud. Firmar el reclamo contra Obama significa pasar a integrar el combo que teje la cortina para que el gobernante venezolano esconda su incapacidad.

La gestión de Maduro es deslucida. Carece del encanto que tuvo su predecesor y “padre”. Hay que construirle una leyenda y asignarle un  objetivo que le dé trascendencia a tanta mediocridad. El objetivo lo encontró: rescatar la soberanía nacional y reafirmar la independencia nacional frente a los intentos de vasallaje imperial. ¿Es esto verdad? Para nada. Maduro ha aumentado la dependencia comercial con respecto a los Estados Unidos. El único producto importante que el país exporta y el único que genera divisas es el petróleo. El crudo que se vende va en su inmensa mayoría para la nación del norte. Algo más de 900.000 barriles salen diariamente para USA. Maduro se cuida de decir esta verdad. Sus piruetas antinorteamericanas son florales. Firmar contribuye a alimentar el fariseísmo de unos señores que pretenden ganar popularidad interna e internacional cuando en realidad saben que sin los Estados Unidos no pueden mantenerse en el poder, y que ellos necesitan mucho más a los gringos, que estos a los rojos.

El decreto de Obama se dirige específicamente contra unos funcionarios que violaron los derechos humanos durante las protestas de 2014. Esos excesos fueron públicos y notorios. Los medios de comunicación nacionales e internacionales mostraron en numerosas oportunidades cómo los agentes de la Guardia Nacional, de la Policía Nacional y del SEBIN se ensañaban contra jóvenes desarmados, y cómo la Fiscalía justificaba el encarnizamiento. Este aspecto esencial del decreto de Obama ha sido soslayado por el gobierno de Maduro. Ninguno de sus seguidores, incluida la Fiscal General y el Defensor del Pueblo, se han referido a la nuez del asunto. Para ellos, obviamente, no hubo violación de los derechos humanos el año pasado. Todo transcurrió en total normalidad. Algunos de los responsables directos de que los actos de barbarie cometidos ni siquiera deben ser señalados. Sin embargo, los alcaldes Daniel Ceballos y Enzo Scarano fueron destituidos de forma arbitraria y encarcelados, a pesar de que sus esfuerzos se encaminaron a evitar que la violencia se desbordara. Firmar la carta antiimperialista contribuye a ocultar la violación de los derechos humanos por parte del gobierno, darles un voto de confianza a esos funcionarios que aparecen mencionados y justificar los atropellos contra Ceballos y Scarano.

Los problemas reales del país –inflación, desabastecimiento, escasez, inseguridad, deterioro de los servicios públicos, corrupción- no han sido provocados por los Estados Unidos. Todo lo contrario. El mercado seguro que representa este país para nuestro principal producto de exportación, ha contribuido a evitar que la abrupta caída de los precios del crudo durante el último año tenga consecuencias aún más negativas para los venezolanos. Imaginemos por un momento que USA se comportara como República Dominicana u otros países de Petrocaribe, que no pagan la factura petrolera, o lo hacen tardíamente y con enormes descuentos (para no mencionar a Cuba, que es un caso excepcional de zanganería). Venezuela estaría hundida en la peor de las miserias. Las colas que vemos no serían sino pequeños contratiempos frente  al desastre que sufriría el país. Firmar la carta antiimperialista es lo mismo que morder la mano de quien nos da de comer y darle artificios a Maduro para que enmascare los problemas que ha creado, amortiguando las consecuencias de sus graves errores, entre ellos haber destruido a PDVSA.

Piense en Venezuela. Sea un verdadero patriota. ¡No firme!

@trinomarquezc

La opereta antiimperialista – Trino Márquez

Trino Márquez

El decreto del presidente Barak Obama, en el cual sanciona a un grupo de siete violadores de los derechos humanos, ha servido para que la vocación antinorteamericana de la izquierda cavernícola instalada en el gobierno, erupcione con la fuerza de un volcán. En esa eclosión hay mucho de nacionalismo trasnochado y exageración premeditada en busca de ocultar los verdaderos y graves problemas nacionales. Cada oficialista adapta el libreto general a sus propias conveniencias, intentando sacar el mayor provecho individual.

Nadie puede creer que Obama pretenda invadir a Venezuela. ¿Por qué hacerlo si ni siquiera ha querido bombardear con aviones estadounidenses los territorios de Siria e Irak controlados por un grupo de asesinos tan peligroso como el que forman el Estado Islámico? ¿Cómo es eso de que un mandatario que ha retirado las tropas norteamericanas de Afganistán e Irak puede estar pensando en atacar a Venezuela? ¿El mismo Presidente que propició, hasta lograrlo, el diálogo con Cuba, y que presiona a Israel para que modifique sus relaciones y dialogue con los palestinos, va a enemistarse con toda América Latina por asaltar una nación modesta como la nuestra? Todo suena a farsa y exageración. Los rojos crean una tormenta artificial para que cada quien pesque en río revuelto

Nicolás Maduro, acosta de su poderoso enemigo externo, trata recuperar su menguada popularidad y evitar que la inflación, la escasez y el desabastecimiento terminen de sepultarlo. Intenta opacar la importancia de las elecciones legislativas para amortiguar el duro revés que podría sufrir. Diosdado Cabello no quiere dejarle todo el protagonismo a su competidor. En este torneo antinorteamericano no puede quedarse atrás. Utiliza su espacio natural, la Asamblea Nacional, para colocarse entre los más antiimperialistas del régimen. Aprovecha el episodio para amenazar a los diputados opositores. Los llama apátridas y traidores porque sus colegas de la acera del frente no se prestan a servirle de comparsa. El general Vladimir Padrino López muestra su garra antimperialista organizando movilizaciones y simulacros bufos La fiscal Luisa Ortega Díaz se siente en la obligación de evidenciar que es una militante más comprometida con la revolución bolivariana que todos los dirigentes del PSUV juntos. El ministro de Educación, Héctor Rodríguez, también se ve llamado a cumplir con su deber revolucionario obligando a los niños a escribir cartas antiimperialistas.

Mientras todo este teatro del absurdo  transcurre, el país sigue hundiéndose sin que Maduro y sus colaboradores den ninguna señal de estar en capacidad de detener la caída y revertirla. La inflación de los dos primeros meses del año no ha sido anunciada por el BCV, cuando su obligación es informar durante los primeros días de cada mes sobre lo ocurrido en esta materia en el mes anterior. Los economistas que saben de números calculan que los precios escalaron  por lo menos 15% en el bimestre. La Canasta Alimentaria se disparó hasta colocarse en más de Bs. 20.000 al mes, tres salarios mínimos. La crisis de los hospitales y la insuficiencia de medicinas continúan agravándose. La carne de res, que hasta ahora se había encarecido pero no había escaseado, ya no se consigue en los frigoríficos. La inseguridad personal -tan bien documentada por el reportaje de las valientes periodistas y el camarógrafo de Antena 3 que vinieron a Venezuela- sigue causando estragos. Por donde se le mire, la situación del país es caótica y sin que se vislumbren salidas.

En el plano internacional, la estrategia de Maduro ha sido un fiasco. Salvo los camaradas de siempre – los hermanos Castro, Evo Morales, Daniel Ortega, Rafael Correa y Cristina Kirchner- los apoyos han sido de un frío polar. Fuera de este círculo de amigos interesados, al gobierno de Maduro nadie lo toma en serio en el exterior. Nadie muerde el anzuelo, ni deja confundirse por patrañas. Venezuela no colapsará porque los Estados Unidos la invadan, sino porque la incompetencia, el atraso y la corrupción de sus actuales gobernantes la colocaron al borde del abismo. Si la nación sobrevive es porque cuenta con esa fuente de riqueza inagotable llamada petróleo, que sigue proporcionándoles inmensas fortunas a los jerarcas del régimen.

La incorporación de Felipe González a la defensa de los derechos humanos colocará en un nuevo plano la lucha de la oposición. Al Gobierno no le será fácil seguir engañando a quienes todavía creen en el mundo que en Venezuela hay una democracia estable.

@trinomarquezc

Duchos en derogar – Fernando Egaña

 Fernando Luis Egaña

Ahora que el oficialismo anda dedicado en su campaña nacional y foránea para que «Obama derogue el decreto», o la orden ejecutiva que, hasta el presente, establece sanciones inmigratorias y patrimoniales a 6 funcionarios del gobierno imperante en Venezuela, sería oportuno comentar sobre el tema general de la derogación y de las derogaciones que supone la hegemonía despótica y depredadora que lleva ya tantos años en el poder.

Derogar es abolir o anular algo establecido, usualmente una norma o una costumbre, una institución formal o informal. Y derogar es lo que más sabe hacer, acaso lo único que sabe hacer, la referida hegemonía. Comenzando por la derogación de la democracia por las malas y las peores, siguiendo por la derogación de la economía productiva, y continuando a diestra y siniestra hasta terminar derogando la viabilidad misma de Venezuela como país independiente, y capaz de ofrecer una vida digna y humana a su pueblo.

De manera que en materia de derogaciones, aquí hay una experiencia verdaderamente destructiva. Y por cierto, el oficialismo debería ser consistente y no sólo solicitarle a Obama que deje sin efecto la mencionada orden ejecutiva, sino que también habría de pedirle al Congreso de Estados Unidos, que a su vez deje sin efecto la Ley Pública 113-278, o la llamada “Ley de Defensa de los Derechos Humanos en Venezuela”, aprobada a finales del 2014, y que sirve de sustento normativo de la célebre orden ejecutiva presidencial.

Pero volviendo a las derogatorias venezolanas, ha sido y es notoria la pretensión hegemónica de debilitar para obliterar a cuanta institución sea considerada como un obstáculo para su proyecto de dominación. Sean instituciones públicas como la descentralización política y administrativa del Estado o las Universidades nacionales autónomas, o instituciones pertenecientes al sector privado económico, o al sector social-comunitario, o al sector educativo fundacional.

La exacerbación de la dependencia nacional al Estado dizque revolucionario –Francisco Faraco plantea, atinadamente, que el proyecto “bolivariano” es un proyecto de saqueo–, va en esa dirección. Hacer de Venezuela un país de esclavos, lo que se nunca se cansó de denunciar, desde su honrada ortodoxia comunista, Domingo Alberto Rangel. Y eso es una gran derogatoria de la sociedad civil, del país emprendedor, de la nación pujante que se levantó durante buena parte del siglo XX, de la Venezuela pluralista en los más diversos órdenes de su vida colectiva.

En su delirio derogatorio, la hegemonía se ha empeñado no ya en falsear la historia, sino en abolirla, como bien planteara y evidenciara Manuel Caballero. Destruir la conciencia histórica de los venezolanos para darle cabida a esa caricatura trágica que busca justificar y ensalzar a una supuesta “revolución bolivariana”, que ni es revolución, ni es bolivariana, ni merece otra consideración que la de haber malbaratado –derogado—la oportunidad de desarrollo más promisoria de toda nuestra trayectoria nacional.

Sí, hablemos de derogaciones. Pero empecemos con las nuestras. Porque Venezuela tiene que superar constitucionalmente a la hegemonía derogatoria, para alcanzar un presente y un futuro digno, soberano y democrático.

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Maduro inhabilitado – Trino Márquez

Trino Márquez

Sitiado por los problemas nacionales, Nicolás Maduro optó por recorrer un camino con dos vertientes: una, buscar un enemigo externo, el país más poderoso de la tierra, para que no haya dudas y se sepa que él, el desprestigiado e impopular mandatario venezolano, no anda por la tangente; otra, obligar a sus obsecuentes diputados de la Asamblea Nacional a aprobar la segunda ley habilitante en su breve período que apenas supera los dos años, aunque en realidad parece que hubiese sido de dos décadas, tal es el largo bostezo que provoca su mandato.

La ley habilitante antiimperialista no pretende conferirle a Maduro un conjunto de competencias que refuercen su eficiencia al frente de una situación excepcionalmente crítica para el país. La Constitución de 1999 le confiere al jefe de Estado suficientes atribuciones para enfrentar cualquier conflicto con algún país foráneo, sobre todo cuando se trata de una posibilidad remota. En la Roma clásica, el Senado les confería atribuciones de dictador  a los gobernantes en aquellos casos en los cuales la seguridad de la República estaba amenazada por alguna tribu o ejército extranjero. Estos estados de excepción estaban restringidos a períodos acotados, establecidos previamente por el Senado.

En la situación actual lo que el mandatario venezolano intenta justificar es la disparatada guerra que inventó con Barak Obama, probablemente el Presidente norteamericano más democrático, junto con Jimmy Carter,  que esa nación ha tenido en el último siglo. Sanciona la habilitante con el fin de militarizar más aún el país. Los militares se han ido adueñando del Estado y la sociedad. Ahora tendrán la ruta todavía más despejada. Necesita contar con todos los recursos que consigan evitar que los graves problemas nacionales se conviertan en el foco de atención cotidiano de los venezolanos y eludir las responsabilidades por su ineptitud y la de sus colaboradores, y la gigantesca corrupción que envuelve al Gobierno. La ley habilitante le permitirá a Maduro lanzar fuegos artificiales que distraigan la atención de los venezolanos, mientras el país es devorado por la inflación, el desabastecimiento, la escasez, la inseguridad personal, la destrucción de PDVSA, el colapso de los servicios públicos.

La ley habilitante le proporciona a Maduro un instrumento idóneo para seguir acorralando a la oposición. En la práctica lo que aprobó la bancada oficialista fue un Estado de Excepción que autoriza al gobierno actuar con las manos libres contra la oposición e, incluso, contra la disidencia creciente que existe dentro de las filas del oficialismo. Sin la habilitante ya había secuestrado a Antonio Ledezma. Ahora podrá encarcelar y reprimir a quien exprese su desacuerdo con las trasnochadas políticas del socialismo del siglo XXI o considere que el conflicto con Estados Unidos es un simple artificio concebido para enmascarar los verdaderos y urgentes problemas nacionales, alejados a años luz de los temas que los rojos quieren colocar en el orden del día.

A los venezolanos no les preocupa una hipotética y quimérica invasión de los norteamericanos. Muchos, más bien, harían igual que los italianos durante la Segunda Guerra Mundial: la celebrarían como un acto de liberación de esta pesadilla que se ha prolongado por dieciséis años. Lo que realmente les importa a los venezolanos es que se consigan los productos que desaparecieron de los anaqueles, de las casas de repuestos de vehículos, de los hospitales, de los comercios dedicados a proveer materiales de construcción. La gente quiere que se controle la inflación para que la capacidad adquisitiva aumente y exista la posibilidad de ahorrar. La gente aspira a volver a transitar por unas calles seguras y a adueñarse de nuevo de la ciudad, campo minado que pertenece a las pandillas de delincuentes que azotan los principales centros urbanos del país. Los ciudadanos quieren contar con un empleo estable y bien remunerado, donde labrarse un futuro seguro y digno.

Ninguna de estas sanas ambiciones las ven con Maduro. De allí la reacción tan indiferente del pueblo frente a su discurso antiiperialista.  Las marchas oficialistas han sido raquíticas y desabridas. Ningún fervor patriota las ha animado. La gente muestra  hastío frente a tanta fanfarria inútil. Hay agotamiento porque las aspiraciones apuntan hacia la prosperidad, la modernidad, el confort. Maduro aburre y cansa con su discurso machacoso, paranoide e intrascendente. Contará con la habilitante, pero está inhabilitado para dirigir el país.

@trinomarquezc

El chingo o el sin nariz – Antonio Sánchez García

  Antonio Sánchez García

No puedes decir “blanco” sin que salte un enemigo a gritar: “¡negro!”. No puedes decir “paz” sin que tu contrincante proclame “¡guerra!”. No puedes decir “democracia” sin que el contrario grite “dictadura”. No puedes decir “Separación de Poderes” sin que el enemigo exclame “¡Revolución!”.

Son las trampas de la dialéctica. Entewer oder dicen los alemanes. Lo que muy mal traducido significa “o esto” “o lo contrario”.  En la dialéctica de la estupidez imperante si estás en contra de la dictadura chavista, estás a favor del imperialismo norteamericano. Si defiendes a Israel estás en contra de los palestinos. Si te repugna Auschwitz estás con Guantánamo. Si aborreces a Fidel Castro estás con Obama. Si no eres de izquierda, eres de derecha. Si estás contra el socialismo dictatorial apoyas al capitalismo imperialista. Si te avergüenza Maduro te enorgullece Pedro Carmona.

Retuiteo una información aparecida en el prestigioso semanario brasileño Veja que da cuenta de supuestas conversaciones sostenidas en enero de 2007 entre Ahmadinejad y Hugo Chávez en la que éste último se habría prestado a servir de mediador con los Kirchner para que a cambio de dinero y petróleo la futura presidente de Argentina Cristina Fernández engavetara el caso del atentado terrorista a la AMIA y retirase la solicitud de detención cursada a la INTERPOL por la justicia argentina contra altos funcionarios del gobierno iraní sospechosos de haber participado en el más grave ataque terrorista realizado por fuerzas iraníes en Argentina y América Latina contra la comunidad judía.

No sólo mediador: también portamaletas de gruesas sumas en dólares para financiar la campaña de Cristina Fernández, que derivaran en el famoso caso de la valija de Antonini Wilson, condenado a prisión y encarcelado en los Estados Unidos por desarrollar actividades ilícitas y de espionaje en territorio americano. Según ex altas autoridades del gobierno de Hugo Chávez asiladas en los Estados Unidos y testigos directos de estos manejos, los fondos enviados para financiar la campaña de la actual presidenta de Argentina no habrían salido de PDVSA, sino de las arcas iraníes. Para cuyas autoridades, el gobierno de Chávez habría servido de correa de transmisión y de paso plataforma de penetración del yihadismo islámico.

La acusación es extremadamente grave y viene en respaldo de la decisión de la Casa Blanca de declarar al gobierno de Nicolás Maduro, heredero directo de Hugo Chávez, constitutivo de una grave amenaza para los Estados Unidos. Como es de todos sabido, el actual gobierno venezolano facilitaría el tráfico de cinco toneladas semanales de cocaína a Estados Unidos y Europa y sirve de no enmascarada plataforma para el expansionista yihadista. ¿Mayores razones como para considerarlo una grave amenaza?

Bastó reproducir una información extremadamente seria y bien documentada para que saltara en la red una seguidora de Cristina Fernández acusándonos de sionista y asesino del pueblo palestino, vomitando todo el antisemitismo que, sin duda, comparte las razones que movieran a los agentes del terrorismo iraní como para asesinar a 82 argentinos de ascendencia judía, dejar más de un centenar de heridos y terminara por conducir, 23 años después, al asesinato del fiscal Alberto Nisman pocas horas antes de presentar ante una comisión del Congreso argentino las pruebas de las graves acusaciones con que inculpara precisamente a Cristina Fernández, aún presidenta de la Argentina, por encubrimiento  de la causa de la AMIA. Con lo cual se cierra el ciclo abierto en esa conversación sostenida por Ahmadinejad con Hugo Chávez ante algunos miembros de su gabinete, hoy informantes de la DEA y la Secretaría de Justicia de los Estados Unidos. Como informara Veja y fuera reproducido por el diario La Tercera, de Santiago de Chile.

Entweder Oder: oponerse a la dictadura de Nicolás Maduro, salir en defensa de sus presos políticos y aspirar a una rápida superación de la tragedia que vivimos los venezolanos reconstruyendo el gravemente dañado tejido social de la República ¿supone otra cosa que aspirar al imperio de la Constitución y la Leyes, el restablecimiento del Estado de Derecho y el entendimiento y la solidaridad entre los venezolanos? ¿Supone pasar de una dictadura de izquierdas a una dictadura de derechas? ¿Supone transitar de la subordinación a un servil agente de la tiranía cubana a un dócil funcionario del Departamento de Estado?

Responda Ud. mismo, desde el fondo de su corazón. No caiga en las trampas de la dialéctica. Cogito, ergo sum. La emancipación empieza por casa.

@sangarccs

El deber de injerencia – Luis DE LION

IMG_2425 Luis DE LION

Más allá de los ataques al presidente Obama, vale resaltar el valor que tiene el hecho que, el Congreso de los EEUU haya demostrado su implicación en el caso venezolano. Una importancia la cual radica en que los legisladores estadounidenses intentarán convencer a la comunidad internacional para que apoye dicho esfuerzo, castigando a violadores de derechos humanos del régimen de Nicolás Maduro.

Es en ese sentido, que ésta misma semana el Parlamento Europeo aprobó una  resolución por 384 votos a favor, 75 en contra y 45 abstenciones. El edicto de la Eurocámara le exige a Maduro que ponga fin a la persecución y represión de la oposición.

En la Venezuela chavista, ya se hizo costumbre que las fuerzas represivas del Estado asesinen personas, que participan en protestas. Así como también, el sometimiento a torturas de personas detenidas en diversas circunstancias, pero con el denominador común, de haber expresado su oposición a la dictadura que presiden Maduro y Cabello.

Una suma de elementos tipificados como violaciones de los Derechos Humanos, elementos que encajan dentro de una fatal lógica represiva y antidemocrática.

Muy a pesar de la mundialización, ante casos como el venezolano, la reacción de la comunidad internacional sigue siendo tardía, incompleta y parcial.

Fue apenas en el año 1987, cuando se dio origen al deber de injerencia. A raíz de una conferencia de prensa en París, en la que un grupo de abogados y dirigentes de organizaciones humanitarias, reivindicaron el deber de injerencia como un asunto de ética.

Es sabido que, la ONU está fundada precisamente sobre el principio de no injerencia, según reza el artículo 7 de la Carta. En consecuencia, no existía la manera de sustraer de los asuntos internos de un Estado miembro, el monopolio que éste ejercía sobre el respeto de los Derechos Humanos. Pero gracias al jurista francés René Cassin, se abrió una brecha que llevó a que la ONU adoptara, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.

Lo que comenzó como un simple derecho de vigilancia, con el tiempo se ha ido convirtiendo en acciones de intervención territorial.

Si Nicolás Maduro, piensa seguir adelante con su autoritarismo, debe tener presente que en la actualidad la injerencia, es leída y entendida, por la comunidad internacional y en particular por el Consejo de Seguridad de la ONU, como un deber y un derecho.

El Teniente Coronel que dirigió los destinos de los venezolanos desde 1999 hasta el 2013, que tanto empeño puso en sobresalir como el dictador del siglo XXI, lo hizo valiéndose de esa suerte de patente de corso que es el petróleo. Hoy cuando la renta petrolera se ha venido a menos, su sucesor, Nicolás Maduro, ha puesto aún más empeño en la profundización de la dictadura. Como si dicha patente de corso, tuviera su asiento en las reservas petroleras probadas más grandes del mundo.

luisdelion@gmail.com

@LDeLion

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Obama no me podía fallar – Fernando Egaña

 Fernando Luis Egaña

El viejo se frota las manos en su mecedora habanera. “Las cosas no están saliendo nada mal”, piensa para sus adentros, porque para sus afueras no hay palabra públicas. No hacen falta. Los ejecutores son los que las pronuncian. Y en abundancia. Con el predecesor era así y con el sucesor también.  El viejo lleva meses urdiendo las cosas, las más recientes, eso que el predecesor llamaba “la estrategia perfecta”.

En el caso que nos ocupa, el que está desenvolviéndose, el objetivo es apuntalar al sucesor frente a sus adversarios internos. Re-posicionarlo como el sucesor legítimo del ensamble político-militar, como el nuevo hegemón de la hegemonía, incluso con perfil militarista. Solo así, con el poder más sujeto y menos disperso, se podrá evitar que el deslave económico-social sirva de excusa a los enemigos endógenos para sacarlo de donde está.

Para el viejo, el asunto es de vida o muerte porque los millardos de dólares que el sucesor le garantiza, cada año, son vitales para mantener su propia hegemonía antillana. Su hegemonía familiar y dinástica. Y el viejo sabe por diablo y por viejo. No se va de bruces. Se prepara, se anticipa, va colocando sus piezas en el tablero, y se aprovecha de las previsibilidad ajena.

Hace meses que viene agitando, nuevamente, el tema del golpe de estado urdido por el Imperio y por sus lacayos domésticos. El golpe de los Tucanos y las inculpaciones opositoras, los enjuiciamientos y los carcelazos, todo eso pretende dar tramoya al escenario. El golpe que en verdad teme, es el de Pepe Mujica, el de los militares del proceso… Pero eso lo enfrenta el viejo con su talento para la manipulación.

El viejo conoce muy bien cómo funciona la burocracia gringa, cómo se relacionan y reparten el poder el Congreso, la Casa Blanca y el resto del entramado. Habiéndose producido un acto legislativo en relación con el despotismo imperante en Venezuela, la administración de Obama tenía que anunciar algunas medidas, así fuera para saludar a la bandera. Y bueno, si alguien es experto en hipérboles gringas (Venezuela como amenaza de la seguridad nacional…), ése es el viejo. Y el rompecabezas de pronto se arma, las piezas sueltas –en apariencia, encajan. Las sanciones contra 6 funcionarios, colocadas en el recreado, reiterado y exacerbado ambiente comunicacional del golpe de estado imperial, se transmutan en una amenaza definitiva contra la soberanía patria.

Y de allí puede venir lo que sea. Leyes habilitantes anti-imperialistas, movilizaciones milicianas a escala nacional, el sucesor en andanzas de generalísimo en campaña, cayapas multiplicadas en contra de las oposiciones, reforzamiento de todos los controles políticos, económicos y sociales, incluyendo el electoral, y en fin, tantas y tantas cosas que el viejo concibe y pone en práctica a través de sus ejecutores.

Sí, el viejo piensa que Obama no le podía fallar. Y tiene razón. También piensa, frotándose las manos en su mecedora habanera, que las cosas no están saliendo tan mal… ¿Y hasta cuándo se saldrá con la suya?

flegana@gmail.com

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Maduro: ¡bájale dos! – Trino Márquez

Trino Márquez

Nicolás Maduro vio en las sanciones aplicadas por Barak Obama un refugio para ocultar el fracaso de su gobierno y proyectar su deteriorada imagen internacional, aunque sea entre los pocos aliados que aún le quedan. Pretende eclipsar la inflación, la escasez, el desabastecimiento, la corrupción, el deterioro de los servicios públicos, la pérdida acelerada de su popularidad interna y la opacidad de su figura en el plano internacional. Buscaba una tregua que lo aliviara, y la encontró.  Apela a la fórmula tradicional de los ineptos: exaltar el patrioterismo, acusar al imperialismo de agresión y descalificar y amenazar a todos los que se niegan a seguirle en sus desmesuras.

Maduro desdibuja la imagen de Obama, la cual conviene recordar. El Presidente norteamericano descongeló las relaciones con el archienemigo de los gringos desde 1979: el gobierno teocrático ultraconservador de los ayatolas iraníes, al punto que discute el programa nuclear con ese incómodo país; reinició la apertura con el gobierno comunista de Cuba, venciendo la poderosa resistencia del lobby cubano de Florida; comenzó el proceso de desmilitarización norteamericana en Irak; ha sido crítico de la actitud belicista de la derecha israelí; ha propiciado las conversaciones de Israel con Palestina; se ha negado a bombardear  a los dementes del Estado Islámico; y ha mantenido una activa y permanente política de defensa de los derechos humanos en todo el mundo. Estos son algunos de los méritos de su política exterior, siempre tendiente al diálogo, a los acuerdos y al fortalecimiento de la democracia. Por ese motivo, la derecha más radical estadounidense lo ha tildado de blandengue frente a los adversarios del Tío Sam.

Con respecto de Venezuela, Obama –y en general los presidentes norteamericanos- han sido pacientes frente al trato hostil, desconsiderado e ingrato de Hugo Chávez, primero, y de Maduro, después. Estados Unidos es el único país que paga de contado y en los plazos convenidos la factura petrolera. Siendo presidente Gorge W. Bush, no hubo calificativo peyorativo que no recibiera de parte del comandante venezolano. Lo llamó desde alcohólico hasta genocida, pasando por un amplio espectro de epítetos. La diplomacia norteamericana, dirigida en aquella oportunidad por los halcones republicanos, reaccionó con cautela y hasta con cortesía. Lo que en otras épocas habría generado conflictos bélicos, los estadounidenses lo convirtieron en tibias quejas diplomáticas. La insolencia del caudillo llegó a tales extremos que en 2008 sacó en volandillas del país al embajador Patrick Duddy.

Maduro, sin ninguna clase de pruebas fehacientes, incrimina a la nación del norte en un fantasmagórico golpe de Estado. Acusa a Obama -quien ha promovido la democracia en Irak y ha sido señalado como pacifista ingenuo por los republicanos porque no encara con violencia las pretensiones expansionistas de Putin (el “hermano mayor” de Hugo Chávez)- de ser conspirador y formar parte de una conjura que amenaza su incapaz gobierno.

Probablemente la decisión de Barak Obama no fue adoptada en el mejor momento de la oposición venezolana. Las fisuras internas y la confusión la erosionan. Hay perplejidad frente a la decisión del gobierno de Norteamérica, que sanciona a un grupo de siete personas del régimen incursas en delitos contra los derechos humanos y decide considerar como un peligro para la seguridad de ese país al gobierno de Venezuela. Pero una nación, y menos una potencia mundial, puede actuar pensando en las conveniencias de un sector particular del país al que le responde, por mucha solidaridad e identificación que exista con ese segmento.

Maduro desde que asumió el poder ha mantenido una conducta áspera con Estados Unidos. En vez de relacionarse con la nación del Norte en términos respetuosos, dignos y amigables -como lo hacen incluso los países de la ALBA, incluyendo Cuba-, apeló a la anacrónica fórmula de la tensión permanente. El mandatario venezolano vive su propia Guerra Fría. Se imagina, lo mismo que su antecesor, epopeyas fantásticas. Su cerebro afiebrado lo llevó a expulsar decenas de diplomáticos norteamericanos de Venezuela. Lo malo de esta aventura irresponsable es que arrastra al país por el despeñadero. Las inversiones que se necesitan para la recuperación económica no aparecerán. Nadie invierte en un país cuyo gobierno parece un carrito chocón, y que además escoge para colisionar a una gandola.

De este sainete a Maduro le quedará una ley habilitante que le servirá para acrecentar su poder, reducir a sus adversarios, derrotar a Diosdado Cabello y mantener a la oposición amenazada. Veremos hasta cuándo puede aprovechar la cosecha de odio.

@trinomarquezc