Chávez es historia, viene lo peor o lo mejor

 Alberto Franceschi

Con una gran velocidad, propia de estos tiempos, los rojos han montado un torrente de aclamaciones y confirmación de alineamientos políticos militantes que conforman ya una espesa sensación de mayoría de intoxicados alineados con las supuestas virtudes heredadas de este régimen que Maduro jura perpetuar con su gobiernito, sin reparar que frente a ellos, para demasiados venezolanos, su presidencia solo sería la continuación desmejorada de la tarea de destrucción nacional.

La victoria que según ellos les consagrará su CNE, fabricante de fraudes históricos, les dará plena continuidad a su estafa política y larga vida a sus iniquidades.

Están convencidos, más que nunca, que les funcionará otra vez su insolente ventajismo. Pero frente a ese montaje, ahora revestido de impúdico culto religioso, apareció y le ha salido al paso, como subiendo desde fuerzas ignotas del inconformismo social también indómito, la creencia que Maduro, precisamente porque NO ES Chávez, si es derrotable y eso está moviendo millones y ese fenómeno, que no es nuevo, debe ser considerado aunque sea con posibilidades remotas.

Es un hecho que en rápida reacción en cadena, desde la oposición, se logró, a pesar de lo sombrío de los pronósticos, una resistencia importante, aunque siempre preñada de casi inevitables ilusiones electorales.

Apareció una cierta moral de combate motivada por la oferta unitaria, la tarjeta única y el mensaje mismo del candidato, ya bastante conocido, pero hablando esta vez con propiedad y formulando ideas contrarias a las de su pasada estrategia blandengue sostenida hasta diciembre.

Todo parece indicar que su desastrosa admisión anticipada de la derrota el 7 de Octubre de 2012, y la suma de disparates que se le hizo cometer en ese discurso infeliz, tuvo como única virtud convertirse al propio tiempo en el acabose de la heterogénea coalición de intereses bastardos, de los que Capriles al parecer solo constituía una pieza prescindible y desechable.

Es tal mi desconfianza hacia el CNE chavista que he llegado a escribir: “Si usted quiere ganarse unos reales facilito apuéstele a un pendejo de estos creyentes nuestros, fanáticos de la vía electoral para derrotar a Maduro, apuéstele el valor de la casa y seguro gana su apuesta”. Sigo creyendo esto, pero es mi deber agregar: “porque aun ganándole, Maduro no lo admitirá, pero entonces se abrirá un capitulo TOTALMENTE distinto y la posibilidad real de echarlos del poder estará planteada abiertamente”. Esta es mi verdadera apuesta, si es que superamos la crisis de dirección de nuestra oposición, que como he dicho tantas veces no es solo un problema de personas sino de la estrategia y principios que se adopten.

Me permito ahora decirlo sin tapujos: esta campaña de Capriles es lo opuesto a la anterior. Parece que puso en orden otras prioridades, abandonando el vulgar sectarismo del PJ y los condicionamientos de agentes financieros que juegan también a las conveniencias de sectores del propio gobierno.

Están apareciendo con fuerza las virtudes que implican la unidad sincera promovida esta vez al tener voceros de la evidente calidad y claridad de Liliana Hernández, además de las evidentes ventajas de la tarjeta única y por supuesto el añadido del propio candidato que pareciera deslastrado de esa horrenda camisa de fuerza del lenguaje bobo de conveniencias, para ser ahora portavoz real de inmensas esperanzas que son por definición antagónicas con el gobierno chavista y que solo pueden ser interpretadas si combate frontalmente a su candidato Maduro.

Pero hoy más que nunca es un hecho constatable, que todavía queda mucha gente más o menos informada que sigue ceñida a una especie de mentalidad de inercias obligadas. Por la simple razón que es sencillamente inimaginable que este régimen de oprobio dictatorial pueda ser desplazado con votos y debates. Yo me cuento entre ellos.

Los amigos y chulos del gobierno chavista apuestan por supuesto a una especie de continuación de este sistemita de rábulas y depredadores, sin riesgos ni peligro alguno, que les seguirá deparando prosperidad bajo esta conducción de Nicolás Maduro, el caudillin disminuido, en la versión ventrílocua post-mortem, dispuesto a mantener la más estricta continuidad administrativa, con idénticas posturas en la geopolítica regional.

¿Puede Maduro ser derrotado electoralmente?: Somos muchos los que sostenemos que esta es una tonta ilusión. Pero acto seguido a creer esto, nos disponemos a querer pensar en lo opuesto de ser posible cualquier salida que nos evite una dramática confrontación violenta en el país.

Admitimos por ello sin embargo, que no tiene sentido que esa tonta ilusión sea objeto de burlas, estando convencidos que hasta el equilibrio psíquico de millones de compatriotas depende de aferrarse a esa esperanza, de querer poder derrotar este despotismo con el arma del voto.

Soy de ese sólido campo de opinión, que el chavismo montará una vez más el fraude, pero si ocurriese que una sólida mayoría de nuestro lado les derrota y sobre todo cobra en la calle esa victoria opositora, aquí puede pasar cualquier cosa. Claro, una vez más todo dependerá de lo que haga la gente estafada y el candidato que entonces tendría la oportunidad de convertirse en verdadero líder.

Admito solo que esta vez tenemos la ventaja que por lo menos el candidato opositor dice muchas menos tonterías y pareciera haber agarrado un mínimo de valentía, cuando estuvo bien seguro que había muerto el caudillo y que el entrar a pelear con Maduro le permite unas licencias de coraje hasta hace semanas desconocidas. El mismo las denunciaba, a esas intransigencias, como propias del inaceptable lenguaje radical.

Pasada la fanfarria electorera continuista, felizmente corta, de esta confrontación ventajista y vulgar como nunca, presenciaremos el comienzo de una nueva etapa política, marcada por una profunda crisis económico-social e institucional que hará casi añorar los años de Chávez como ejemplo de sosiego.

Que nadie se engañe. El caos asoma su hocico pestilente y un gobiernito de Maduro parecerá un trasto liviano arrastrado al medio de un huracán de exigencias e inestabilidades, porque lo que dejó Chávez son poderosas bombas de tiempo con la mecha prendida y que empezaron a estallar, como la monetaria. La peor de todas ellas sin embargo es la militar y paradójicamente es de allí que deberán venir las únicas soluciones de fondo, para rescatar la nación, hoy bajo la bota castrista cubana.

Alguna vez tendrá que entenderse que las FFAA, aun teniendo un gran número de arribistas, de oportunistas y de no pocos ladrones de oficio, conserva en su seno una mayoría obligada por obediencia constitucional a respetar la cadena de mandos y callar sus reclamos, hasta que le pidan de manera explícita, como está ocurriendo, doblegarse a una potencia extranjera, como la castrista, por añadidura de pacotilla y que da nauseas a la mayoría de los venezolanos.

Lo que se toleró bajo el mando resuelto de un caudillo militar como Chávez se convierte ahora en intolerable si el que ordena es Maduro, el enclenque civil errático que desnuda su condición de mandadero de los Castro.

¿Y si ganara Capriles?: Si ganara Capriles confiemos que quienes le hicieron cambiar de opinión, de óptica, de estilo, de estrategia y que sacaron de él lo mejor de sus potencialidades, sigan a su lado en las horas muy críticas que vienen, para capear el temporal y poner rumbo firme, para salir de esta tronera de décadas. Ahora detrás de Capriles al parecer hay mentes brillantes del exilio y eso era lo necesario para intentar derrotar al chavismo.

Muchos creerán que soy preso de contradicciones insalvables al defender estas tesis, que son distintas al del abstencionismo militante y al electoralismo ingenuo. La razón más sencilla para exponer esto, que parecerá quizá complejo a algunos de mis lectores, es que estoy convencido que la caída del chavismo gobernante pasa por una fractura militar y que esta es infinitamente más probable si se llegara a configurar no solo el fraude electoral sino sobre todo la voluntad política de denunciarlo y enfrentarlo. Capriles dice estar dispuesto a ello. Amanecerá y veremos.

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¿Tiempo de vida o de asesinos?

  Agustín Blanco Muñoz 

La pregunta adquiere cada vez mayor espacio: ¿Es este un tiempo de y para la vida? ¿Es que tenemos una clara noción de lo que tenemos y llamamos vida?¿Cuántas veces, ante tantas negaciones,  nos ha tocado preguntar si eso que llevamos es exactamente  vida? ¿Nacimos con o sin vida?

Por mucho tiempo hemos sostenido y sentido que la vida es linda, que los sueños son capaces de construir nubes de flores que se hacen canciones de existencia. Que vivir es identificarse cada vez más a la entrega que va más allá de cada uno de nosotros para ser en los otros. En una comunidad de humanos que por estar unidos al amor, al sentimiento de la más alta pureza que lleva al sentir de todos por encima del nuestro, es capaz de asumir la hermandad como máxima expresión de existencia.

Pero a lo largo del tiempo advertimos que no es verdad que hacemos gala de esa condición de humanos. Que en alguna parte lo que pudo haber sido un designio, de dioses, de naturaleza y de propia humanidad, se quedó paralizado en un territorio del cual aún no tenemos noticias.

Y llegamos así al punto en el cual no nos es posible sostener, frente en alto y convicción mayor, que somos cultivadores y propagadores de la vida y la alegría.

Cada uno de nosotros tiene sobre sí una carga creciente de tristeza como  rasgo mayor de los días por los cuales transitamos. Son huellas de dolor que nos borran con mucha frecuencia toda risa de niño, todo cántico de pájaro o cualquier respiración de una flor con intención de señalar otros caminos.

De este modo, y al asumir con valor, sinceridad y todo el padecimiento acumulado,  llegamos a pensar que la vida es una de las grandes mentiras de nuestro tiempo.  Algo que cada vez tiene menos correspondencia con la práctica, el hacer.

Y es terminante y terrible la conclusión: no tenemos vida porque estamos muy lejos de la condición humana. Hasta hoy hemos escuchado las proclamas. Y hasta fungimos de alta voces de todo tipo de teoría. Pero eso no significa que apuntemos a la realización o al toque de vida, a la acción compartida con todos para la producción de satisfacciones, identificaciones, cercanías, amores de hermanos.

Cada uno de nosotros y los propios agrupados andamos tras el mismo objetivo: cuidar lo mío, lo tuyo, lo de cada quien. Lo colectivo y comunitario no pasa del decir. La idea de tomar, poseer, acumular para el disfrute es lo dominante. Los llamados valores de la humildad, la igualdad, el compartir, la solidaridad son simples postulados o recursos para cubrir otros procederes.

Detrás de muchos filántropos se ocultan intereses difíciles de defender. Y las propias políticas sociales de muchos demagogos y populistas son simples coberturas para el mejor ejercicio del mismo sometimiento a los dominios establecidos. De allí que permanezcan los mismos esquemas de las conocidas mentiras que pregonan  una justicia,  libertad, igualdad que sólo existen para algunos.

Lo que tenemos entonces es una comunidad de propietarios con su correspondiente mentira de humanidad y otra comunidad de hombres y mujeres sin nada que sea suyo: ni siquiera humanidad dado que ésta es hoy un artículo, una mercancía, una mentira con un precio, una marca y un diseño publicitario.

Por eso allá y más allá se expende la vida. De eso sólo puede disfrutar quien tiene como garantizarla. Salvo que una vida apuntalada por el dominio, la fuerza y hasta por la bala tampoco es legítima vida. Es simple subsistencia. Una sociedad  que sólo puede ser entendida como ‘una suma de individuos’ que cumplen con los pasos que les permiten mantenerse un tiempo indeterminado en lo que se nombra como vida.

Y nos conseguimos con que por los siglos de los siglos han salido al debate y a un tal combate las doctrinas encargadas de formar un hombre bueno, a imagen y semejanza de lo mejor que concibió Dios y cuya representación en varios casos envió a la tierra para sembrar amor, paz, sacrificio por el prójimo, entrega, entendimiento, comprensión,  hermandad.

Pero a lo largo de los siglos estas doctrinas, con uno o más Dioses, no han logrado humanidad. Y  en el propio seno de creyentes se avivan los sentimientos y acciones encontrados que llevan al enfrentamiento, la violencia, el padecimiento.

Por eso esta sin humanidad de propietarios está montada sobre muros de defensa. Aparatos y maquinarias. Y el Estado es el primer gendarme del mundo. Todos los poderes en lucha de fuerza por su posesión y control.

Por esto la sin humanidad se identifica con la guerra permanente por la conquista o mantenimiento del poder. Y todos los siglos de  sin  humanidad están llenos de toda la negación de vida que se sintetiza y concreta  en la guerra que no cesa.

Es la permanente acción destructiva de la no humanidad disfrazada de una humanidad bala, fusil, ametralladora, bombas para destruirlo todo, sólo mata gente, drones o misiles para que no quede nada. Este es un tiempo de hombres guerra, hombres muertos y de niños que no nacen con vida. Un tiempo en el cual rige el asesinato como máximo estandarte de lo humano.

Y nosotros, hoy aquí en este expaís, tan llenos de sin humanidad y en medio de una guerra que nadie se ha atrevido a declarar pero que  tiene un registro de muerte en cada minuto ¿podemos acaso negar nuestra pertenencia a este tiempo de los asesinos?

¿Y qué se podrá hacer para asegurar algún nivel de sobrevivencia? La única manera de lograrlo es mediante una nueva perspectiva de la vida, de la historia y de los hombres. Algo que no puede ocurrir mientras rija aquí la polarización de dos instancias de destrucción.

Construir humanidad es precisamente lo que habría que acometer en esta humanidad sin humanidad. Los molinos  no son de viento sino de pólvoras llamadas a cumplir con la tarea última de los criminales: acabar con toda posibilidad de sobrevivencia.

No falta, sin embargo,  quien siga aferrado, como tantos millones a lo largo del tiempo, al eterno Dios y su misericordia, que hasta ahora no ha logrado el milagro de la aparición del tiempo de la humanidad, de la propia vida y la desaparición del asesinato de propietarios y aspirantes. ¡Qué historia amigos!

@ablancomunoz / abm333@gmail.com

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La mala copia

   Fernando Luis Egaña

La mala copia del original puede ser aún más dañina para Venezuela.  La realidad lo está indicando en la suprema gravedad de la crisis.

La encargaduría de Nicolás Maduro está probando ser una de las etapas más gravosas de los más de 14 años del proyecto de dominación en marcha. Ya lo reconoce el propio Diosdado Cabello al declarar que “Chávez era el muro de contención de muchas ideas locas que a veces se nos ocurren a nosotros”… Esto es a los que ahora fungen como  sucesores.

Cierto que la “operación sucesoral” ha sido concebida y ejecutada de manera eficaz, en cuanto al continuismo del avasallamiento político, comenzando por la misma Constitución. Pero también lo es que la descomposición gubernativa se siente con más fuerza que antes, y sus efectos serán muy difíciles de compensar con la nueva idolatría de Estado alrededor de la figura del finado ex-mandatario.

La cuestión principal no es tanto que la mega-crisis nacional sea ahora más profunda y extendida que a finales del 2012, sino que se percibe con mucha más intensidad porque ya el oficialismo no cuenta con la capacidad comunicacional de Chávez. Maduro intenta persuadir pero no convence, y sobre todo no convence a una parte importante de la base bolivarista.

Y si ello puede que no sea decisivo de aquí al 14-A, si lo sería en adelante. La retórica del sucesor designado es una mezcla de radicalismo ñangara y culto al predecesor, que deja por fuera a los mil y un problemas que agobian el presente venezolano. Y al respecto no hace falta agregar que la jerarquía roja no aporta muchas luces, como tampoco lo hacía en el monólogo de los largos años del siglo XXI.

Y no se trata de un juicio apresurado tomando en cuenta que a Maduro le ciñeron la banda hace menos de 3 semanas. Es que Maduro viene desempeñando el papel sucesoral desde su designación pública, a comienzos de diciembre del 2012. Y en todo este tiempo lo que más se ha visto es a un funcionario abrumado por parecerse al jefe político.

Y además hay otro atributo ominoso del señor Maduro: su empeño en hacer evidente su alineación castrista; lo que desde luego caracterizó el discurso y el proceder de Chávez, pero acaso desde una posición más voluntarista. Se nota cada vez más que el castrismo de Maduro no es una opción sino una realidad de vida. Y de vida antigua.

Sería absurdo suponer que Nicolás Maduro es un incapaz para la política y para los recovecos del poder. Si fuera así, ni Chávez ni los Castro lo habrían seleccionado para colocarlo donde está. Pero de allí a reunir las condiciones para dirigir a la hegemonía imperante, puede haber un trecho insalvable.

Si el hegemón de la hegemonía, o el original, le hizo tanto daño al país, no hay que ser muy perspicaz para imaginar el daño que está causando su mala copia.

flegana@gmail.com

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Patria, Patria, Patria Querida

 Alberto Franceschi

¿Se puede con seriedad y precisión caracterizar la naturaleza social y política del gobierno, del régimen y del Estado venezolano, bajo el chavismo heredado? ¿Cuál es su fortaleza, cual su espantosa debilidad?

Quisiera transmitir la convicción sobre que no existe una discusión que tenga mayor importancia para quienes se ocupan de querer superar este eterno ocaso de nuestra nación, que puede llevarnos aún muchos años de declive y demasiados en su recuperación, a no ser que pudiéramos ver esta película por adelantado, haciéndonos conscientes de todos sus costos inenarrables. Si así fuese sobrarían los voluntarios para torcer positivamente desde ya, este camino de maldiciones, comenzando por desconocer a quienes asumieron nuestra representación de la llamada oposición.

Un ejercicio didáctico supone que predeterminemos lo que se piensa para fundamentarlo con categorías de análisis compartidos y poder actuar también en común, por ejemplo sobre a quienes o a qué exactamente estamos haciendo frente.

Veríamos si en verdad se concuerda entonces sobre el cómo enfrentarlo, porque ya sobran las coincidencias sobre por qué los querríamos fuera de nuestras vidas y además es bien sabido que tampoco puede llevarnos muy lejos el re-insistir en los distintos balances de lo hecho hasta ahora para desalojarles, que como es sabido ha resultado no solo infructuoso cuando no contraproducente a partir de los errores que terminaron más bien atornillándolos al poder.

Se sabe que en política nada beneficia vivir de balances y amargas críticas sobre conductas pasadas, porque son fuente de divisiones, de no ser porque se insiste en recrear de forma permanente los mismos errores y se repiten las mismas sandeces desde nuestro campo ideológico si es que existe alguno.

Concentrémonos en la evidencia que por lo menos en apariencia el régimen, aun después de partir al más allá su creador, experimenta una especie de fortalecimiento post mortem.

Hemos leído con demasiada frecuencia y provenientes incluso de personas con alguna cultura política, confundir términos como dictadura, totalitarismo, comunismo, estatismo etc, para definir la ideología e instituciones diseñadas por el chavismo en el poder, mezcladas por sus ideólogos con miríadas de improperios, con contrasentidos evidentes para designar su propio gobierno, su socialismo y cual estado y régimen construyen: vale decir su propia confusión y melcocha institucional.

Ya perdí la cuenta de las veces que quise explicar la diferencia de fondo y forma entre el régimen chavista que padecemos y el comunismo cubano o soviético y mientras nuestro empresariado y grupos políticos sigan repitiendo la necedad que son iguales, nunca se encontrarán las claves para derrotarle, porque la esencia de este régimen no es su carácter expropiatorio masivo y completo de carácter comunista, ni que su naturaleza sea totalitaria policial y de estricto control de la vida personal de todos, ni siquiera tampoco es evidente que sus ejecutorias permitan concluir que es de esencia dictatorial, perseguidor y represivo a ultranza, al viejo estilo latinoamericano, que aquí conocimos hasta Pérez Jiménez.

Chávez y ahora sus sucesores han sido todo lo comunistas, totalitarios y dictadores que le hemos tolerado y esa aparente contradicción de la realidad, como gran lección histórica tiene un componente que nunca ha querido verse: ni Chávez ni sus sucesores querían ir más allá de lo que estimaron que les permitimos llegar, porque la naturaleza de su liderazgo solo es superficialmente totalitario comunista y dictatorial y aunque esto no los hace demócratas, tampoco es cierto que su régimen sea asimilable a la tiranía policial totalitaria y absolutamente estatista cubana.

El chavismo resultó ser un hibrido a medio camino de todo y de nada, porque esa cosa que montó Chávez es una autocracia caudillista, apuntalada con ladrones y cultores de su despotismo y el su casta lumpen militarista.

Teodoro, tratando de explicar esto pronunció en Chile la torpe frase: “Chávez es un demócrata” y esto tampoco es cierto, por cuanto sus ejecutorias fueron las de un mandón, que abusaba reiteradamente de sus poderes que hizo desmedidos, aunque también conocía de límites y estos eran como los de ladrón de tierras del llano, que iba extendiendo sus cercas a expensas del vecino, hasta que este le respondía con tiros.

Cada vez que se vio a la oposición retroceder o amilanarse, avanzaba impertérrito en su plan de concentrar y abusar del poder presidencial y logró tanto que llegó hasta el punto que su propia muerte le evitó la humillación de verse frente a un país alzado, no tanto contra su persona como contra la evidencia que teniendo el poder absoluto y TODOS los recursos en sus manos, resultaba ser el gobernante más incapaz que recuerde la historia nuestra.

Muchas son las confusiones que vienen por ejemplo de creer que Venezuela puede ser convertida en otra Cuba, desconociendo la elemental lección histórica que allá hubo, entre 1959 y 1962, una verdadera revolución que liquidó el viejo Estado, su ejército, todas las instituciones y su economía capitalista fue eliminada de raíz, con una expropiación del 100 % de todas las tierras, casas, industrias, bienes muebles e inmuebles, capitales, ahorros, dinero, bancos, comercios, cines, escuelas, clínicas, y hasta los burdeles.

La revolución allá construyó un NUEVO ESTADO TOTALITARIO, propietario de todo, administrador de todo, de la vida, estómagos, mentes, hábitos, e incluso creencias religiosas de la gente, hasta niveles casi absolutos etc. y bajo un mando único: el del Partido Comunista Cubano y su dueño Fidel. Eso era y es la copia tropical del ruinoso modelo soviético desde Lenin (1918-1923) Stalin (1924-1952) y del post estalinismo (1953-1989) que fue su sostén hasta que llegó Chávez que nos hizo costear ese experimento tenebroso del que ahora somos satrapía política y campo de extorsión económica.

En nuestro caso y concluida ya la fase más sólida de la experiencia “revolucionaria” chavista, por causas de fuerza mayor, el balance es que aquí NO HAY ni comunismo totalitario y ni siquiera una dictadura consolidada.

En Venezuela ha funcionado y aun se sustenta un régimen sui – generis, atípico, que combina elementos comunistoides y de nacionalismo tramposo, más bien con métodos comunes con sus hermanos del experimento fascista, que construyó su hegemonía sobre una estructura de poder de base social militar y lumpen delincuencial.

Esto no es un insulto es lo que releva de la caracterización social del fenómeno. Los elementos militares que participan en la burocracia estatal no lo hacen como delegación de autoridades militares, sino cumpliendo funciones civiles bajo comando civil político-partidista.

Ser burócrata y pertenecer al estamento militar confiable del jefe, que conlleva al acrecentamiento de una fortuna personal mal habida, constituían unas bases de sustentación del poder personal y de los feudos que se construyeron, en TODAS las instituciones del Estado. Su carácter lumpen delincuencial es innegable y cada vez más desembozado. El desafío de Maduro es poder mantener ese modelo. Si lo cambia esta tumbado en meses.

EL Estado, el régimen y el gobierno específicamente bajo control partidista, se convirtió en una sola amalgama y es por ello que resulta realmente irritativa la falta de fronteras, antes establecidas, y ahora diluidas entre el poder civil y el estamento militar y entre las funciones electas o las delegadas del poder de Estado que están ahora TODAS bajo tutela del poder partidista del PSUV, aunque este, al propio tiempo sea solo sea un conglomerado heterogéneo de facciones en pugna, de base clientelar de intereses antagónicos y bajo potestades personales, sin ningún apego a formas de participación, a dirección consensuada o a delegaciones de poder legitimas.

Chávez era el dueño y habiendo desaparecido él, todo queda al garete o sometido a confrontaciones de liderazgos sustitutos.

El poder que ha erigido el chavismo, utilizando a fondo el caudillismo de un mentor de ideas cargadas de demagogia y revanchismo social, es por definición fraudulenta y ventajista. Desde sus inicios utilizó a fondo la intimidación de la presencia militar en el control institucional, el fraude judicial y se adueñó de la calle con sus bandas fascistas de intimidación, que solo les falto, como acostumbraban las camisas negras mussolinianas, purgar con aceite de ricino a los opositores que le desafiaran en sus propósitos.

Siempre recuerdo con asombro ver retroceder 200.000 manifestantes nuestros, ante 100 malandros vestidos de rojo de la inefable “comandante Lina” lanzando lacrimógenas y tiros al aire. El pacifismo abyecto de nuestra oposición sifrina de naturaleza y fines muy enaltecidos, mas no por ello eficientes, optaron por aborrecer cualquier forma de autodefensa y por tanto fueron víctimas a la postre de esa indefensión. Otra cosa hubiera resultado de haberse defendido las manifestaciones, a tiro limpio de ser necesario, frente a las bandas fascistas del régimen.

La eterna cantaleta cobardona sobre los “trapos rojos” desestimó el método más bien propio del movimiento obrero, ausente de las movilizaciones opositoras, que defienden su despliegue a costa de riesgos de todo tipo.

Puedo también recordar que la única vez que los agavillados chavistas fueron tratados como se merecían, fue en aquella manifestación de AD dirigida por Rafael Marín, el 26 de noviembre de 2001, que impuso a palo limpio, a lo largo de la Avenida Universidad, su objetivo de llegar al congreso.

Si el chavismo basa su poder en la supuesta legitimidad de origen y sustento electoral electrónicamente controlado, el ABC dice que a esa farsa no puede prestarse una oposición digna de tal nombre, pero pocos descubren que tras la participación apenas se esconde el interés en ser socios menores del poder chavista.

Muchas fortunas personales de burócratas y contratistas de oposición, se han visto reflejadas en sus cuentas en dólares CADIVI a lo largo de estos años de cháchara boba opositora.

Si usted quiere ganarse unos reales facilito apuéstele a un pendejo de estos creyentes nuestros, fanáticos de la vía electoral para derrotar a Maduro, apuéstele el valor de la casa y seguro gana su apuesta.

¿Cuándo se entenderá que son elecciones trucadas y que si daban algunos mendrugos de gobernaciones y alcaldías, es para que nunca desconfíen cuando te quitan la parte del león de la torta del poder central, que administra 98 de cada 100 bolívares de los ingresos del estado?

Ya hasta rabia da volver sobre estos argumentos para ingenuos sin remedio, pero insisto para por lo menos hacer ver, a quienes dirigen estos operativos de gran escala de participación, que a muchos no nos engañan porque somos conscientes de estas verdades elementales: Solo tienen montado un gran negocio, y lo sabemos.

No creo hace rato en demócratas sinceros de oposición a Chávez. Callo con resignación frente a los que quedan, convencidos en la bondad humana y en la certeza de máximas tales como: “la verdad que nos hará libre y se abrirá finalmente cause” que “el tiempo de dios es perfecto”, “no hay mal que dure cien años”, etc.

Maduro gana porque tiene un sistema fraudulento a su favor de “impepinable” eficiencia. Si se dejaran quitar el poder es porque les hemos desmantelado con luchas imponentes ese sistema de fraudes y si por el contrario, millones de venezolanos desean ser embaucados de nuevo, pasare a creer que quiza de forma inconsciente lo que menos quisieran es la sorpresa de ganar y que se desate un pandemónium que requiera de su coraje para cobrar ese triunfo. Porque de lo que estoy convencido, es que el arma de participación electoral y todo el discursito de la fe en el respeto a la voluntad del electoral, que comparten “con el flaquito”, es un monumento a la ingenuidad política, o apenas una muy mal disimulada aspiración a que siga todo como está, porque “algodón nos gotea” de la mesa de los “jartones” del gobierno, a quienes podemos seguir soportando mientras tengamos por lo menos el derecho a emigrar…

O más sencillo aun… que dominados por la impotencia y sin resignarnos a perder la esperanza hacemos el esfuerzo mínimo posible para confesarnos que seguimos vivos como demócratas y no como alineados con esta ideología perniciosa de poder corrupto.

Maduro no dará la talla, este régimen es “mucho camisón pa´ Petra”, necesitará a la oposición colaboracionista para mantenerse en pie. Pero de esta coalición de intereses coincidentes en lo espurio surgirá una nueva realidad.

Subterráneamente esta surgiendo una nueva polarización: la peste castrista es la causa de todos los males y debe ser echada del poder. Ese es el verdadero dilema del país, de la calle y de los cuarteles y hacia allí apunta todo.

Ese himno de Patria, Patria Querida, terminará siendo peligroso para Maduro, los que tengan Patria se alinearán contra su gobiernito, contra la hegemonía castrista.

El eje de la recomposición del estado venezolano reposará en las FFAA y particularmente en el Ejército llamado a impedir que siga el sojuzgamiento a la tiranía castrista.

Seguirá entonces una reinstitucionalización, en los años que sean necesarios, para refundar la economía, una diplomacia con una visión geopolítica independiente y los equilibrios sociales sobre los que se funde un verdadero Estado de Derecho y de Justicia.

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La UP y los efectos de la guerra asimétrica

   Eduardo Mackenzie

Escuché hace unos días la discusión en Hora 20 de Radio Caracol sobre la propuesta de algunos de “devolverle” la personería jurídica a la Unión Patriótica (UP). Esa discusión prometía ser interesante pero la confusión que reinó desde el principio la hizo inútil. Los invitados no partieron de lo más básico: saber qué era realmente la UP. Cada orador fue dando su propia visión (a veces muy desmemoriada) de ese aparato, negando la especificidad de éste. Hablaban como si la UP hubiera sido un partido de oposición corriente, un organismo político como los demás. Ese fue el mayor error de la discusión.

La UP fue una realización de las Farc. Fue un partido armado. Fue una convergencia entre el PCC y las Farc para explotar una brecha electoral abierta tras unos diálogos con el gobierno de Belisario Betancur en beneficio del proyecto de las Farc. No había otro objetivo. Por eso nadie más se quiso arrimar a esa aventura. La UP fue la aplicación más exterior y visible de la táctica de la combinación de todas las formas de lucha. La UP eran las Farc haciendo actividad electoral bajo una pantalla legal al mismo tiempo que seguían haciendo la guerra. Mientras la UP decía obrar por la paz, sus dirigentes estaban construyendo, en realidad, una nueva coordinadora guerrillera.

La UP fue una creación que ninguna democracia permite. Fue uno de los golpes políticos que las Farc lograron darle al ingenuo presidente Betancur. Algunos de los jefes de las Farc, al mismo tiempo que hacían agitación en las calles y en el Congreso, decidían la muerte y el secuestro de otros colombianos. Ese fue el caso de Iván Márquez y de Braulio Herrera, pero fue no el único. La UP fue “una rama del grupo guerrillero más grande del país, las Farc”, fue una “herramienta en la larga marcha [de las Farc] hacia el poder”, admitió Steven Dudley en un libro (1), tres años después de que yo detallara lo mismo en mi obra sobre las Farc (2).

Los efectos de la guerra asimétrica cayeron sobre esa militancia de manera bestial, muy cruel e ilegal. Las Farc y el PCC llevaron a cientos de activistas a un callejón sin salida y a sufrir las consecuencias desastrosas de ese escenario. El momento UP fue trágico y abyecto. Colombia no puede dejar que una experiencia similar se repita, bajo ningún pretexto. Fue lo que no se dijo en esa discusión, aunque eso es lo que algunos están poniendo de nuevo sobre la mesa: que jefes y miembros de la organización narco-terrorista sean amnistiados y puedan hacer política electoral sin que las Farc se hayan desmovilizado y entregado sus armas y sus redes de narcotráfico. Algunos irresponsables quieren repetir esa pesadilla.

Los asesinatos sufridos por la UP fueron el resultado de la guerra a muerte que existía, en un momento de gran debilidad del Estado, entre las Farc y los jefes de los carteles de la droga, sobre todo Fidel y Carlos Castaño, Gonzalo Rodríguez Gacha y Pablo Escobar. Esos asesinatos se deben, también, a venganzas individuales, y a las mismas Farc y sus disidencias, como el grupo de José Fedor Rey. Pues una parte de la UP, “los perestroikos”, entró en desacuerdo con las Farc y con la fracción más dura del PCC. Un jefe de la UP, Guillermo Banguero, estuvo a punto de ser asesinado por orden de Jacobo Arenas. Lo salvó un artículo de El Tiempo. Algunos quieren ocultar ese aspecto crucial del problema. Es, como decía Orwell, la obsesión comunista de siempre: manipular el pasado para manipular el presente.

Otro error es decir que la UP fue un partido “víctima”. Esa definición es incompleta. Fue un partido víctima y victimario. La UP nunca desaprobó públicamente las atrocidades que cometían las Farc, aunque voces inconformes se levantaran contra eso en privado. Mientras las Farc seguían matando y secuestrando colombianos Iván Márquez hacia la farsa de fundar “juntas patrióticas” para reforzar el sistema Farc. Después, cuando regresó a la clandestinidad, él siguió en eso, hasta hoy.

Si se acepta que la UP es sólo víctima se le abre una avenida a abusos enormes: a que se las santifique y se borre de un plumazo el papel de las Farc en ese desastre. Esa concesión abre la ventana a toda una serie de apetencias: que se les «devuelvan», sin pasar por el voto de los ciudadanos, las ocho curules que tenían en el Congreso, que se les devuelvan los puestos que tenían en 23 pequeñas alcaldías, que se los indemnice. La UP actual va más lejos: está pidiendo el fin del sistema político actual y la reducción y eliminación de las fuerzas militares. Es lo que las Farc llaman “crear las condiciones de no repetición”.

La UP pretende, pues, invertir el problema: que Colombia se rinda, acepte una dictadura socialista y le pida perdón a las Farc; que la víctima, el país, le pida perdón al agresor, para que la opinión internacional crea que el Estado colombiano fue el gestor de esa matanza. Busca abrir un nuevo capítulo de la bobería institucional. Colombia es el único país del mundo que repara, paga millones y pide perdón en las plazas públicas por las atrocidades que cometieron otros, las Farc, el Eln y los paramilitares.

La UP, dicen otros, fue víctima de un «genocidio». Falso. En derecho positivo genocidio es un crimen muy preciso. No es un sinónimo de matanza. Genocidio es un crimen contra la humanidad, es la exterminación, total o parcial, de un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal.

No hay “genocidio político”. Genocidio es un término moderno, creado en 1943 por el abogado judío–polonés Raphael Lemkin para definir la empresa de exterminio de hombres, mujeres, niños y ancianos ejecutada por los nazis contra los judíos y los gitanos durante la segunda guerra mundial. También se lo usa para definir correctamente las matanzas masivas de los turcos en 1915 contra los armenios y para describir la hecatombe sufrida por la población cambodiana por parte de los khmer rojos que trataron liquidar las clases sociales «dañinas», total y cabalmente, como había hecho Stalin contra los campesinos rusos (bajo la apelación de kulaks), y contra los ucranianos, los cosacos, etc. Las operaciones contra la insurrección realista en Vendée (Francia) por las “columnas infernales” de la Convención (1794) también son un caso de genocidio. En Ruanda, la matanza de 800 000 tutsis, en sólo tres meses de 1994, a manos de hutus, fue otro caso de genocidio.

Lo de la UP fue otra cosa. Fue una ola de asesinatos perpetrada por carteles y traficantes de droga contra una formación política bajo la tutela de una estructura narco-paramilitar de extrema izquierda. El uso del término “genocidio” en este caso es ilegítimo y desvía todo análisis serio sobre lo que ocurrió realmente.

En 2002, la UP perdió la personería por un hecho electoral, no por un acto arbitrario del Estado o de un gobierno. Los militantes y electores abandonaron el proyecto UP ante la ola criminal y el auge paralelo del terrorismo Farc. En ese mismo periodo, decenas de partidos comunistas entraban en crisis ante el derrumbe de la URSS y el cese de la ayuda financiera de Moscú. El de Colombia no fue la excepción. La Procuraduria tiene razón en insistir en que no se debe revivir esa personería jurídica.

Creer que las Farc “aterrizarían” en ese partido fantasma para “hacer política”, sin que las Farc hayan admitido su responsabilidad en la catástrofe de la UP, sin haber aceptado su real desmovilización y sin reparar a sus víctimas, es estafar al país. Es relanzar un proceso absurdo y costoso en vidas humanas para favorecer cínicamente un proyecto totalitario.

Notas

(1). Steven Dudley, Armas y urnas. Historia de un genocidio político (Planeta, Bogotá, 2008, p. 23 y 242).

(2). Eduardo Mackenzie, Les Farc, échec d’un communisme de combat (Publibook, Paris, 2005, p. 316-325)

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¿Triunfará el odio?

   Luis DE LION

Venezuela vive nuevamente momentos tensos, y en la atmósfera se respiran aires de confrontación. Las razones son múltiples; los universitarios exigen debate y conteo del 100% de las actas electorales y en seguida son emboscados por grupos violentos oficialistas que impiden el paso de una marcha estudiantil al CNE. Luego, Venezuela a través del canciller Elías Jaua, suspende el “canal de comunicación” con EEUU y por último las cifras que niegan “los milagros educativos” del Gobierno, el Censo 2011 y la UNESCO revelan que no se alfabetizó a 1.4 millones de ciudadanos.

Sin embargo, después del 8 de diciembre pasado hasta el presente, Nicolás Maduro no hizo otra cosa que acumular poderes, al punto que logró alcanzar proporciones históricas, en el monopolio de cargos y atribuciones. No obstante, esa nueva condición de todopoderoso del espurio hoy candidato y presidente encargado, no le ha servido para calmar su cotidiano hábito de insultar a la mitad de sus conciudadanos. Una rabia cada vez más palpable, es lo que se puede resumir de sus discursos repetitivos, vacíos de contenido y esencia. Sin duda una enorme falla, una grieta dentro de la llamada revolución que de no ser controlada con urgencia, corre el riesgo de socavar las bases de ésta post mortem epopeya chavista.

El país entero ha visto como en las últimas semanas se han ido expandiendo los conflictos sociales, mientras que la arrogancia de los cabecillas del régimen, se ha vuelto una suerte de signo distintivo, disimulado bajo un velo socialista, que no es lo suficientemente grueso como para ocultar el odio que tienen por los demócratas venezolanos.

Si las encuestas en Venezuela fueran hechas por empresas serias, con el rigor científico que dicho oficio exige, se mostraría la creciente impopularidad que asedia al autodenominado hijo de Chávez. Medidas recientes como la devaluación de la moneda han sido rechazadas de forma unánime por la población, así como también se generaliza cual tsunami el rechazo a la cubanización del país. De manera más amplia, es evidente que la pobreza sigue aumentando y que tanto el desempleo, la inflación, el desabastecimiento, como el problema habitacional y la inseguridad se han vuelto cruciales.

Mientras todo eso sucede, el silencio y la ausencia de planes de la oposición, vuelven la situación aún más confusa y desesperante.

Todos sabemos que no basta con odiar a casi la mitad de la población, para acabar con la pobreza y la desigualdad. Entre las diversas pruebas que deberá afrontar el régimen del usurpador, está la en teoría sencilla, prueba de la verdad. El cielo se está viniendo abajo ante las « certezas » del espurio. ¿Dichas advertencias finalmente conducirán a Maduro hacia la humildad y a la conciencia de las realidades? Permítanme dudarlo.

De seguir así las cosas, éste creciente, incontrolable y generalizado sentimiento de angustia podría terminar por movilizar a la población. Si bien, la retoma de la calle nadie puede predecir cuando, ni como será; lo que si parece seguro es que el poder de las masas una vez retomada la calle servirá por una parte; para darle un parado a la instauración de un régimen de corte cubano y por otra servirá para sancionar la falta de coherencia y de coraje político de los llamados líderes de oposición.

luisdelion@gmail.com

@LDeLion

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¿Y qué viene ahora?

  Agustín Blanco Muñoz 

Chávez señaló obsesivamente que era el único con liderazgo, capacidad y ascendencia para garantizar la estabilidad y la gobernabilidad. La propia derecha debería agradecerme porque sin mi, esto se vendría a pique.

Es la expresión del caudillo de la prepotencia en quien recaen todos los poderes en lo civil y militar. Impulsa  las leyes necesarias que garanticen la vigencia de usurpaciones en el contexto de la existencia de un Estado sin Derecho.

Todo su esfuerzo se encamina a conformar un Partido Militar del cual se  erige como su máximo dirigente. Y al modificar la ley adquiere el grado militar de  Comandante en Jefe y máxima autoridad de la FANB. Ratifica así la autoridad suprema que ejerce desde el inicio de este proceso.

Por esto la sucesión sólo se la plantea en su hora final y, se supone que por recomendación del alto mando de Venecuba, quien dirige y controla acciones en esta etapa que concluye en la fatalidad.

Y al iniciarse lo que se califica como período postchavista, son muchas las preguntas en torno a la estabi-gobernabilidad. Maduro dice y repite: yo no soy Chávez, no tengo su carisma ni capacidad. No puedo solo con esta responsabilidad.  Necesito  apoyo para mantenerme, continuar y profundizar la revolución.

Pero las bases y fundamentos de este proceso, 14 años después, exhiben peligrosas grietas. Hay una población apegada a políticas sociales que no generan producción. Y un gasto difícil de restringir porque está dirigido a un colectivo que junto con el Partido Militar funciona como agente de lo que se conoce como socialismo del siglo XXI.

Y ante un consumo que crece y una economía afianzada en la renta petrolera, comienza a sentirse el enorme hueco fiscal que llevó a la devaluación del 46% del ‘Viernes Rojo’, y una segunda: la Subasta San José, en la que los importadores obtendrán dólares por encima de 6:30, lo que significa más ingreso para las arcas estatales y mayores precios-inflación.

¿Cómo mantener la estabi-gobernabilidad en medio de una economía que sigue beneficiando al alto capital y pisoteando al colectivo? ¿Cómo sostener un tal socialismo sin carisma, ascendencia ni economía para todos? ¿Bastará mantener el reparto de la renta y la activación del partido militar con el apoyo de otros organismos de y para la represión? Sancho, esto se puede ir a pique pero no el 14A!

@ablancomunoz / abm333@gmail.com

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Satrapías hereditarias

   Fernando Luis Egaña

Una satrapía, bien se sabe, es un despotismo habilidoso. Despotismo porque se ejerce el poder de manera autoritaria y arbitraria. Habilidoso porque se puede enfundar en un ropaje democrático, como las neo-dictaduras del siglo XXI, o porque se recubre de un discurso y un proceder “revolucionario” que las legítima en los ámbitos del radicalismo ideológico. O por una combinación de ambos  factores.

La primera satrapía hereditaria del presente siglo ha sido la «revolución cubana». Fidel le traspasó el mando a su hermano Raúl, y el régimen castrista ha seguido cumpliendo años de aprisionamiento del pueblo cubano. Y la sucesión hereditaria no se ha quedado allí, porque la extendida familia de los Castro Ruz tiene colonizada a las estructuras del Estado, con provecho muy ventajoso del erario público.

Otra satrapía que se está convirtiendo en hereditaria es la llamada «revolución bolivariana» o «bolivarista» como prefiero denominarla. En el supuesto santuario de la «democracia participativa», el señor Chávez resolvió que su sucesor sería Nicolás Maduro –de seguro que con la validación o hasta indicación de los Castro– y luego lo participó al conjunto de los venezolanos, con especial preferencia a sus seguidores, y de entro de ellos a los aspirantes a sucederle.

Nada de consultas comunitarias. Nada de «poder popular». Nada de voluntad del soberano. Y ni siquiera una mini-convención del Psuv, como para guardar ciertas apariencias. Nada de nada. Y por si fuera poco, también resolvió que el segundo de Maduro fuera su yerno, Jorge Arreaza, quien como Vicepresidente queda en la primera posición sucesoral después de Maduro.

Y semejantes regresiones políticas se derivan de la concentración despótica del poder. Si éste no estuviera hiper-personalizado en las referidas satrapías no podría ser transmitido de forma hereditaria, bien a parientes cercanos, o a personeros escogidos a dedo e impuestos sin derecho a pataleo. Y a pesar de tantas evidencias sobre la verdadera naturaleza de estos regímenes, todavía abundan los que no pierden ocasión en salir en su defensa y ponderar sus pretendidas bondades políticas y sociales.

Acaso menos en cuanto a la Cuba castrista pero en cambio bastante en relación con la Venezuela bolivarista. Pocos asuntos hacen más daño a las posibilidades de un futuro democrático para Venezuela, que las loas a la gobernanza chavista y la repetición a-crítica de sus consignas publicitarias, sobre todo por medios independientes que se convierten, así, en una suerte de “transmisores poseídos”, como diría el gran periodista y lingüista Álex Grijelmo.

El que las satrapías se feliciten ni asombra ni convence. Pero que las satrapías sean felicitadas por personajes de la política, economía o la cultura, provenientes de ámbitos propios de la democracia, es una tragedia y por partida doble: significa que las satrapías hereditarias se están saliendo con la suya en sus campañas de propaganda, monetizadas o no; y también significa que se empina la cuesta para quienes luchan por superarlas y abrir caminos a la reconstrucción del pluralismo, la convivencia y el desarrollo.

flegana@gmail.com

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Cuidado con la tutela militar

Trino Márquez                

El régimen presidido por Nicolás Maduro se asienta sobre una  estructura sumamente débil: la herencia dejada por ese torrente de energía que era Hugo Chávez, líder que hechizaba a un sector importante de la población e imponía su autoridad y sus caprichos a partir de la fuerza que emanaba de su exuberante carisma.

El Presidente fallecido se fue dejando un país dividido, arruinado, endeudado y descuadernado en el plano institucional, aunque los poderes sigan respondiendo a los dictados de Miraflores. La Venezuela desfigurada de hoy, es la nación que el caudillo construyó a lo largo de catorce años de excesos de todo género. Chávez, a pesar del caos que deliberadamente fomentaba, siguiendo el viejo libreto de Mao Zedong y Fidel Castro, lograba imponer su autoridad de forma indiscutible. Alimentó el culto a la personalidad, que le sirvió para lograr lealtades perrunas y crear la sensación de un liderazgo incuestionable. Se proyectó como el líder vitalicio de un movimiento que giraba a su alrededor. Todo el régimen se estructuró a partir de su figura. Promovió las rivalidades internas, las sospechas mutuas, la desconfianza entre sus colaboradores más cercanos. Este es el estilo tradicional de las figuras autocráticas para abortar cualquier disidencia interna que busque relevarlos del poder. Fidel Castro fue un maestro en estas lides, hasta que la edad y las enfermedades lo vencieron. Los dictadores más conocidos apelaron a este procedimiento: Trujillo, Somoza, Franco.

Al modesto Maduro le corresponde gobernar un país plagado de graves problemas, con un gabinete que combina a los fanáticos marxistas más extraviados con los pragmáticos inescrupulosos, cuyo único fin consiste en sobrevivir en medio de la tormenta. Para que Maduro logre estabilizarse y definir las nuevas coordenadas de la gobernabilidad, está obligado a introducir cambios de 180 grados en sus políticas económicas, abandonar el Estado Comunal y toda la superchería que lo acompaña, y reducir el peso clientelar y asistencialista de los programas sociales, para convertir la creación de empleo estable y bien remunerado en el centro del bienestar y la distribución del ingreso. De no introducir un giro significativo que supere la escasez y el desabastecimiento, y reanime las inversiones y el empleo, la gente que acompañó y toleró con benevolencia los desmanes del Comandante, puede perder la paciencia.

No le quedará a Maduro otra alternativa que acudir al expediente de la represión, minimizar el rasgo civil de su mandato y apoyarse en los militares, quienes se convertirán en sus guardianes y tutores. Desde que Chávez desapareció de la escena como protagonista cotidiano, esta ha sido la tónica de la gestión del heredero. Se ha amparado en dos refugios: la exaltación del líder fallecido y la entrega de protagonismo a las Fuerzas Armadas. Los altos oficiales declaran cada vez más y en un tono cada vez más agresivo contra la oposición. Utilizan a la Guardia Nacional para hostigar a Henrique Capriles e impedirle cumplir con sus compromisos electorales. Los militares despojan los comicios del 14 de abril de todo elemento cívico y republicano, y tratan de convertirlo en un ritual de legitimación del funcionario canonizado por el difunto Presidente. El Ministro de la Defensa, el Jefe del Comando Estratégico Operacional y el Jefe de las Milicias Bolivarianas atemorizan al país con un lenguaje agresivo en contra de los líderes de la oposición.

Estos oficiales consideran que por haber sido compañeros de promoción de Hugo Chávez o Diosdado Cabello, o porque Chávez haya alcanzado el grado de Teniente Coronel, poseen el derecho de actuar movidos por la solidaridad mecánica entre miembros de un mismo cuerpo. Borraron la noción de institucionalidad. Tergiversaron la misión de las Fuerzas Armadas, transformándola en el apéndice de un proyecto hegemónico que trata por todos los medios de eternizarse en el poder.

Los gobernantes que se entregan de forma incondicional a los militares y se olvidan de fortalecer los nexos civiles con el país, terminan siendo sus prisioneros y sus marionetas. En cualquier momento los encachuchados pueden decidir que ellos no necesitan intermediarios, sino que pueden asumir directamente el control del poder.        Si usted quiere recuperar la República civil, vote por Henrique Capriles el próximo 14 de abril.

@tmarquezc

Stalin en Miraflores

  Antonio Sánchez García

Leo la enciclopédica y apasionante historia de la corte de Jossif Vissariónovich Dzhugashvili, conocido universalmente como Stalin, “el hombre de acero”, que Simon Sebag Montefiori tituló, y con razones detallada y muy profusamente explicadas a lo largo de sus 854 páginas, LA CORTE DEL ZAR ROJO. En el tercero de sus escasos y muy breves encuentros con su madre, Keke, una mujer enfermiza de 75 años que seguía viviendo en Tiflis, Giorgia y ni siquiera hablaba el ruso, desvela dos claves de esa historia, posiblemente la más siniestra del siglo XX y una de las más siniestras de la historia de la humanidad, que bien puede servir de clave explicativa de todos los totalitarismos comunistas, incluido, por supuesto el castrista.

                La primera tiene que ver con el título con que se reconocía secretamente el propio Stalin a sí mismo: “Iosiv, ¿qué eres exactamente?” le pregunta Keke ante el reproche de su hijo por las duras palizas a las que lo sometía en su niñez. “Bueno – le responde su hijo, entonces el hombre más poderoso de todas las Rusias y junto a Adolf Hitler, su contraparte, el autócrata más poderoso del planeta – “¿te acuerdas del Zar?  Pues yo soy como un zar”. Se lo dice con su sencillez característica en los mismos momentos en que desataba la espantosa ola del terror tribunalicio de los Juicios espectáculos de Moscú con que exterminara decenas de miles de dirigentes fundacionales del Partido Bolchevique – a la cabeza de los cuales Zinoviev y Kameniev, junto a Trotsky los más importantes líderes bolcheviques tras de Lenin – y luego de haber arrastrado a la muerte a millones de Kulaks, el campesinado próspero y principal factor de la producción de alimentos de la Rusia zarista,  provocando con ello la mayor hambruna de la historia contemporánea. Sólo superada por la hambruna provocada por otro de los discípulos de Lenin, Mao Tse Tung en la China comunista.

                La segunda clave tiene que ver con la relación compleja, contradictoria y no pocas veces sinuosa que los déspotas totalitarios han tenido con sus padres. Un famoso historiador alemán llamaba la atención sobre la bastardía que signa a muchos de los grandes personajes de la historia. Particularmente a los tiranos. Napoleón, el más famoso de ellos y que inicia la modernidad, encontraría en el siglo XX dos grandes epígonos: Hitler y Stalin. En el caso de Stalin, hijo de un pobre zapatero giorgiano, Sebag menciona un hecho extraordinariamente revelador: “Los verdaderos sentimientos de Stalin hacia su madre eran bastante complejos, debido a la afición que había tenido la mujer a pegarle y a los supuestos amoríos que mantenía con sus patrones. Quizá dispongamos de una pista para entender ese posible complejo de santa-puta…”.

                Nadie más cercano a nosotros del tirano bastardo que sufre del “complejo de santa-puta” que Fidel Castro. Hijo natural de un terrateniente gallego y  de la hija de su cocinera, que llegara a descalabrar la sólida familia que había constituido con una maestra de escuela con la que tuviera sus primeros hijos, Castro no sería reconocido hasta ser ya un adolescente, lo que le acarreó graves desventuras como estudiante del colegio jesuita en el que se educara, en el que sus compañeros le llamaban “el judío”. Norberto Fuentes, en su espléndida AUTOBIOGRAFÍA DE FIDEL CASTRO, relata muchas de esas desventuras, de las que la más extraordinaria posiblemente sea el disgusto que mostró ante las lágrimas de su hermano Raúl durante las exequias de su madre, Lina Ruz González.

                Sea como fuere: secretismo, vida de claustro, golpes de Estado, conspiración e intrigas, la mentira y el engaño como sistema, la naturaleza policiaca, inhumana a inescrupulosa del caudillo, la necrofilia autocrática y el terrorismo. ¿Por qué y de dónde surgen los complejos más íntimos y secretos que encontraran en Hitler, en Stalin y en Castro, por sólo mencionar a los que hoy sombrean por Miraflores, la perfecta expresión política de la maldad?

                Como diría Bob Dylan: the answer is blowing in the wind.

@sangarccs