El saldo rojo – Fernando Egaña

 Fernando Luis Egaña

No se trata de nada nuevo, porque la hegemonía roja ha tenido al país en rojo, en contravía del desarrollo sustentable, en contracorriente de la democracia y la libertad, desde hace muchos años. De hecho, se podría argumentar que esa marcha hacia la destrucción de la viabilidad nacional empezó con la consagración de la demagogia constituyente y personalista, por allá en 1999. Pero en el presente, todos los males se han extremado, todos los aparentes bienes se están esfumando, y la hegemonía está luciendo como lo que siempre ha sido –un despotismo delirante y depredador– aunque 1.500 millardos de dólares ayudaran a disimularlo.

Y ojo, la bonanza petrolera del siglo XXI no ha terminado. Han bajado los precios petroleros, es cierto, pero el barril a 80 dólares es bastante más que  el promedio de 15 dólares de la cesta petrolera venezolana en la última década del siglo XX, y ni hablar de los 10 ó 9 dólares a los que llegaron los precios globales en medio de la crisis financiera internacional de finales de siglo. Uno de los factores, por cierto, más decisivos para entender el curso de los acontecimientos políticos en aquel entonces, tal y como lo ha reconocido Bernard Mommer, ideólogo petrolero del Estado en estos tiempos, en su libro “Petróleo global y Estado nacional”, prologado por Alí Rodríguez Araque.

El meollo del asunto es que la hegemonía ya no puede financiarse. Quebró las finanzas públicas, buena parte de las privadas –sin incluir, claro está, las de la nomenklatura, cuya “prosperidad” es consecuencia del pillaje financiero y cambiario del sector público–, endeudó a la República y a Pdvsa hasta las correspondientes coronillas, desbarató la economía productiva nacional, esclavizó al país a las importaciones, exacerbó al máximo el rentismo petrolero, distorsionó gravemente todas las principales variables económico-sociales, y en suma malbarató la oportunidad de progreso más auspiciosa de nuestra historia económica. ¡Casi nada!

O casi todo lo que la negligencia y el dolo gubernativo podían hacer y deshacer para asolar al país con las mayores reservas petroleras del mundo, en medio del boom petrolero más prolongado y caudaloso de la historia. Además de los despachados petrodólares, tampoco la hegemonía cuenta con su habilidoso y comunicativo hegemón, sino con un sucesor que dista mucho de poseer las referidas capacidades persuasivas. Y encima, el poder se encuentra fracturado en corrientes o tribus, algunas de las cuales tienen el empoderamiento de los colectivos armados. Un panorama no precisamente auspicioso… Y un panorama que no despunta en el horizonte sino que está clavado en la realidad cotidiana del conjunto de los venezolanos.

Ante todo ello, los voceros de la hegemonía se empeñan en negar que en el país haya una verdadera crisis… Jaua dice que podría haberla si el precio del petróleo bajara de 60 dólares por barril… Maduro alega que la podría haber si el referido precio bajara a 40 dólares… Y Cabello sostiene que incluso con un precio de cero dólares, se podría hacer frente a la situación. Si esos planteamientos no son irresponsables, nada lo es. Y el auténtico precio de esa irresponsabilidad lo está pagando la población venezolana en términos de escasez, carestía, inseguridad, violencia y todo tipo de penurias individuales, familiares y colectivas. Ese es el saldo rojo de la hegemonía roja. Un saldo que ya no se puede esconder. Y que no se superará sino se ahondará mientras Venezuela siga como va.

flegana@gmail.com

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El Bolívar empresario de Antonio Herrera-Vaillant* – Antonio Sánchez García

  Antonio Sánchez García

La segunda fortuna más poderosa de la provincia de Venezuela – sesenta millones de dólares calculados a los valores de hoy pero infinitamente más poder económico calculados en relación a su poder de representación y adquisición en la Venezuela de hace dos siglos – se vieron súbitamente a saco de los buitres republicanos, echados a volar, insólitas contradicciones del destino,  por el propietario de esa fortuna. Jueces de tres al cuarto, tinterillos de baja estofa, pretendientes de mala muerte comenzaron la danza de los lobos para dejar en el hueso al empresario y gerente en dificultades. Sin la menor consideración al hecho sorprendente de que ese empresario había decidido convertirse en soldado y poner esa codiciada fortuna al servicio de la más inútil y fracasada de sus empresas: liberar la provincia y convertirla en una nación hecha y derecha, terminando la aventura con una camisa prestada para tapar sus desgarradas carnes ante la angustiosa mirada de quienes le acompañaron en sus últimos suspiros. Desde luego: lejos de su patria, que anticiparía el sino de todos cuantos quisieron abrazar a la mujer más casquivana y veleidosa de sus anhelos: la República de Venezuela.

Más de un resentido dirá que bien ganado se lo tenía por ambicioso de gloria, torcido de propósitos, inescrupuloso a la hora de sumar fuerzas para situarse a la cabeza de la nueva Nación, implacable en el juicio y condena de sus detractores, adversarios y enemigos, amén de aventurero sin medida como para echar todo un continente a los perros de la disgregación, la desunión y el espanto. Pues el ricachón de marras, burlador burlado por sus propios hijos – si es que a esa manada de chupasangres y tinterillos que comenzaron a mordisquearle sus minas y haciendas obligándolo a pasar bajo las horcas caudinas de jueces de la injusticia se les puede considerar de tales por el solo hecho de haber nacido en su mismo vecindario – fue el máximo responsable de una conmoción telúrica condenado por los siglos de los siglos a ser el mascarón de proa de sus propios burladores y cosechar la ambigua fama que terminaría por convertirlo en un montón de huesos, polvos y cenizas manoseada por los últimos descendientes de esa infamia. Lo anticipó ya mordido por el escarnio en carta a Antonio Leocadio Guzmán, uno de los buitres de esta historia de desventuras, en la que amén de quejarse por el despojo, como se lo escribiese el mismo día 6 de diciembre de 1829 al general Rafael Urdaneta  – “se me despoja de la herencia de mis abuelos y se me deshonra…Divídase el país y salgamos de compromisos: ¡nunca seremos dichosos, nunca!” – le agrega: “Si algunas personas interpretan mi modo de pensar y en él apoyan sus errores, me es bien sensible, pero inevitable: con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparate”. Chávez no fue el primero, pero fue el último y más cabal de esos disparatados.

Queda claro que hablamos de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y Blanco, riquísimo heredero que en atención a su amenazado peculio decidió unir la defensa del derecho de propiedad con el derecho a la independencia, hacer coincidir la libertad ciudadana con la prosperidad de los negocios, y la existencia de la República Independiente con una sociedad liberada de las centenarias trabas comerciales y administrativas que le imponían el yugo imperial. Al extremo que sus últimos anhelos fueron recuperar la propiedad plena de sus bienes y poner a buen resguardo los millones heredados de sus padres para dedicar sus últimos años a disfrutar de una merecida y próspera vejez, lejos de la barahúnda de sables y machetes, cabalgaduras y combates, intrigas y traiciones palaciegas.

Que no quiso morir como un soldado admirando sus condecoraciones sino como un empresario que en el furor de una locura y en defensa de su patrimonio desviara su destino mercurial para asumir una tarea de bienhechuría pública que sólo le deparara sinsabores, lo demuestra en un documentado y enjundioso estudio Antonio Herrera –Vaillant, titulado sin más trámites BOLIVAR, EMPRESARIO. Un título ajustado a derecho, como lo demuestra en un enjundioso estudio liminar el gran jurista Pedro Nikken, así constituya una bofetada provocadora a los sedicentes bolivarianos de hoy. Que en lugar de privilegiar al Bolívar Civil, al Bolívar Constitucionalista, al Bolívar Enciclopédico, Empresario, Gerente y Aristócrata – múltiples facetas que son una sola, la de un caraqueño dieciochesco emancipado y culto que ansiaba la libertad y la prosperidad para sus semejantes, fueran de la raza y condición que el azar les hubiera impuesto – se inventan un Bolívar pendenciero, analfabeta, camorrista, bravucón, maleante y abusivo como ellos. Al extremo de que le tuercen la imagen para dar con un mocetón de toscas facciones, que puede colgar de las paredes de los edificios invadidos en que conviven los llamados Colectivos, para que crean ser los auténticos hijos y herederos espirituales del mantuano propietario de las Minas de cobre y oro de Aroa y de la Hacienda San Mateo, entre muchas otras. Un Bolívar buhonero, mototaxista y traficante. Dispuesto a asesinar de treinta y seis puñaladas a un adversario asimismo hijo natural del mismo Simón José Antonio de la Santísima Trinidad.

Recomiendo encarecidamente la lectura de este extraordinario trabajo, en el que no se insinúa una tilde sin la correspondiente documentación y en el que página tras página trasuda la amargura de un rico empresario, un hombre de bien empujado a la miseria de la barbarie de los buitres que, hèlas, él mismo ha echado a volar. Es la absurda y grotesca contradicción que soportamos hasta el día de hoy. Reafirma la testamentaria sabiduría del Cohelet: “árbol que nace torcido, nada endereza”.

* Bolívar, empresario. Antonio Herrera-Vaillant, Planeta, Caracas, 2014.

@sangarccs

Carta abierta al PAdre Arturo Sosa – Antonio Sánchez García

  Antonio Sánchez García 

Advertencia: Esta carta abierta fue escrita y publicada en junio de 2002, inmediatamente después de los hechos de abril, en respuesta al artículo escrito por el Padre Sosa a que se refiere*. Dado los más de 12 años transcurridos, la aterradora confirmación de todos nuestros supuestos y vaticinios así como la mantención de juicios y criterios que entonces nos situaban en aceras confrontadas, creo necesario volver a publicarla para esclarecer posiciones y determinar en justicia nuestras equivocaciones y errores.

Un veedor de buena fe me ha hecho llegar a través de la red un artículo del Padre Arturo Sosa* que promete ser no sólo un descarnado análisis de los dramáticos sucesos del 11, 12, 13 y 14 de Abril recién pasados, que conmovieran a Venezuela y sorprendieran al mundo, sino una propuesta encaminada a encarrilar nuestros descarriados trenes, evitar el feroz choque final y arribar, en mancomunada armonía a una misma feliz estación: “la decisión colectiva de mirar hacia el mismo horizonte”.

¿Puede un intelectual y sacerdote responsable, como el Padre Sosa, sacarse de la manga una fórmula mágica que permita hoy reunir en un mismo mirador a Hugo Chávez Frías, Diosdado Cabello, Lina Ron, Freddy Bernal y José Vicente Rangel, por nombrar sólo a algunos de los pasajeros de uno de los trenes, con Pedro Carmona Estanga  y Fedecámaras, Carlos Ortega y la CTV, y todos quienes participan del bloque opositor, desde los propietarios de los medios hasta la alta gerencia de PDVSA, pasando por esos multitudinarios sectores populares que marcharon el jueves 11 – ¿o es que populares son sólo los seguidores de Hugo Chávez? – y lograr una unidad de propósitos que los haga no sólo concebir, sino disfrutar al unísono de un mismo horizonte?

Tal comprensiva, humana y ambiciosa propuesta me llevó a leer con extremado detenimiento el largo ensayo del Padre Sosa. Dejo a las autoridades competentes ocuparse de los hechos luctuosos que el intenta esclarecer. Me intereso, en cambio, por «las perspectivas«, segunda parte de su enjundioso análisis. Para mi desconsuelo, no he encontrado una sola idea concreta que legitimara el interés despertado por la promesa. Pues para arribar al legítimo y humanitario deseo de Sosa, el padre, de unificar a tal extremo los bloques en conflicto, Sosa, el intelectual, debe eludir cualquier mención a los auténticos horizontes de nuestros “maquinistas”. Ni una sola palabra acerca del proyecto que nutre al “proceso bolivariano”, cero mención de los pasos concretos dados por el gobierno, el único y auténtico dueño de la locomotora, los rieles y la estación, en estos tres años de recorrido por imponerle a una parte que ya va siendo mayoritaria, su horizonte, que no es otro, como muy bien lo sabe el estimado Padre Sosa, que el del “mar de la felicidad cubana”. Y ha obviado, lo que es una grave falta de percepción indigna en un hombre de pensamiento, que en rigor el descarrilamiento al que estamos asistiendo atónitos y angustiados no es el de dos sino de un solo tren, para más señas llamado Venezuela. Tal tren, estimado padre Sosa, está en manos de un solo maquinista y un sólido equipo de obstinados carboneros, mientras una parte muy importante de sus pasajeros ha comenzado a reclamar, primero a viva voz y ahora ya con violencia, detener su marcha y cambiar al maquinista, so riesgo del más feroz descarrilamiento de toda nuestra atribulada historia. Muy abundante, por cierto, en tales sangrientos y espantosos enfrentamientos sociales que el padre Sosa equipara metafóricamente con un descarrilamiento.

No sólo omite Usted cualquier mención a los confesados, públicos y proclamados propósitos revolucionarios de Chávez y del chavismo –y sabe Usted muy bien a qué se refiere el término revolución en boca de Hugo Chávez o Fidel Castro, querido Padre Sosa, por no mencionar a Marulanda y al comandante Reyes – sino que en una suerte de prestidigitación se eleva Usted por sobre todos nosotros, comunes mortales, y desde la torre de control de la Venezuela Rail Road Company a la que sólo Usted pareciera tener acceso mide fuerzas con un desapasionamiento digno de mejor causa y utilizando la balanza del contable, decide que el enfrentamiento es entre dos vectores de igual magnitud e intencionalidad, igualmente responsable por la aparentemente inevitable catástrofe, y aunque subyace a sus palabras la evidente valoración mayor con que juzga a uno de ellos los considera meras fuerzas de atracción y repulsión físicas. Abstracción pura digna del mejor tomismo aristotélico. Desde esa torre proclama Usted finalmente la auténtica bitácora que debieran seguir nuestros maquinistas del futuro: “afirmar la necesidad de cambios estructurales en las relaciones básicas de la sociedad venezolana; reconocer la mayoría no polarizada de la sociedad, su sustrato democrático vinculado con el respeto al marco constitucional y la activación de la ciudadanía a través de organizaciones plurales que participan activamente en la reconstrucción de lo público.” La proposición contiene matices de grandiosa perspectiva histórica, luce prometedora y atrae la atención. Pero una vez detenidos a evaluar cada uno de los términos y a sopesar cada proposición con la rigurosidad que nos impone la responsabilidad histórica no dejan de sorprendernos algunas vagas imprecisiones. Muy querido padre Sosa: ¿con qué se comen los “cambios estructurales en las relaciones básicas de la sociedad venezolana”? Inteligente como Usted es no podrá dejar de advertir que puede llenar el predicado con soluciones políticas, sociales y económicas de la más diversa índole, desde las ya ensayadas y fracasadas marxistas leninistas, hasta las fascistoides propias de sociedades autocráticas, sin olvidar aquellas inmanentes al sistema democrático de gobierno: las socialdemócratas, las socialcristianas y hasta las propias del capitalismo globalizado, denigradas al vuelo como neoliberales. Si no nos aclara de qué estructuras y de qué cambios está hablando, la frase suena bella, pero es hueca: no dice absolutamente nada.

Viene luego lo de “reconocer la mayoría no polarizada de la sociedad”. ¿A qué mayoría se refiere, padre Sosa? ¿A una sociedad de amantes del pensamiento cristiano occidental que observa la marcha del 11, la carnicería de Miraflores y los saqueos de Catia, La Vega, La Yaguara, Antímano y Los Teques, desde aquel maravilloso mirador al que quisiera invitar Usted a Carmona y a Hugo Chávez o desde su personal Torre de control? ¿No estará usted tratando de pasarnos gato por liebre, poniendo en una misma balanza a los sectores activos y a los sectores pasivos de la sociedad? Y al referirse a aquellos, ¿poniendo Usted en un mismo plano los armados círculos bolivarianos con las inermes organizaciones de la sociedad civil desarrolladas al calor de la protesta contra las iniquidades del régimen?

Su bien intencionada objetividad científica me asombra. Pues siguiendo en esa misma tónica pasa luego a exigir “el respeto al marco constitucional”. ¡Eureka! Así, en bloque, ¿quién sino los disparatados golpistas del 11 lo han irrespetado? Es claro que tras esa neutral y ética exigencia de respeto a la constitución pasa Usted por alto -consciente o inconscientemente- algunos de los poderes asentados en esa constitución, como la Fiscalía General de la República, la Defensoría Del pueblo, la Contraloría General de la República y el Consejo Nacional Electoral. ¿Respetan los señores titulares de todos esos constitucionales cargos “el marco constitucional”? ¿Lo respeta quien ha convertido esa constitución en un totémico librito en miniatura para encubrir sus diatribas, sus insolencias, sus abusos y sus desmanes? ¿Lo respetan los círculos bolivarianos? ¿Lo respetaron quienes decidieron impedir el paso de la marcha del 11 por las calles que son de utilidad pública, según derechos consagrados en ese “marco constitucional”? ¿Lo respetaron los francotiradores y pistoleros apostados en los aledaños de Miraflores?

La reconstrucción de lo público”- qué bella frase, padre Sosa. Resuenan en ella por lo menos ecos lejanos del lenguaje de la Filosofía del Estado y del Derecho del buen Hegel, el mismo que le diera al mundo la definición de “sociedad civil” –bürgerliche Gesellschaft, la llama. Y nos da Usted en el mismo envión la clave del sujeto que se hará cargo de tal reconstrucción: “la activación de la ciudadanía a través de organizaciones plurales”. Imagino que sabe Usted perfectamente que tampoco tal activación y sus organizaciones carecen de contenido previo al horizonte que tanto le apasiona.  Hugo Chávez decidió hace aproximadamente dos años “activar la ciudadanía” con sus “círculos bolivarianos”, y como tal activación puede encontrar obstáculos en otras ciudadanías activadas, pasó según todos los indicios a dotar dichas “organizaciones plurales” con un sofisticado armamento, del que ya hemos recibido pública demostración el 11 de abril pasado.

En este punto no es malo ampliar nuestro horizonte histórico real –el de verdad verdad, no aquel ilusorio surgido de su bondadosa fantasía – al del mar de la felicidad. Pueda que gran parte del horror que parece estar sufriendo una buena parte de nuestra sociedad por el curso que lleva nuestro tren de marras se deba a la fundada sospecha de que su maquinista pretende llevarnos directamente a esa utópica estación final: La Habana. Y sabiendo en qué estado de participación real se encuentra la ciudadanía de nuestra querida Cuba, cuan plurales son sus organizaciones ciudadanas y por qué medios quien allí gobierna en solitario desde hace 43 años suele activarla cuando lo necesita – reclamos masivos ante la embajada de Estados Unidos, conmemoraciones en la Plaza de la Revolución, etc., etc., etc.- , una parte de nuestra sociedad cuyo número Usted no menciona pero seguramente no desdeña, decidió precisamente lo que Usted con un poco de tardanza y otros fines nos recomienda: se ha activado, ha salido a la calle y está en pie de guerra defendiendo su derecho a construir una sociedad justa, libre, moderna y democrática.

Que Usted no lo reconozca, asombra. Nuestra “sociedad civil” ya está activada, padre Sosa. No requirió esperar a su consejo. Y es una simple canallada pretender medirla con el mismo rasero platónico con que Usted pretende medir nuestras confrontaciones. Como si fuera una abstracción – mera realidad virtual la llama Rangel, nuestro áulico intrigante de palacio – perfectamente comparable con otros “vectores” sociales, como los presentes en los saqueos a negocios con sus saldos de muerte y desolación de modestos comerciantes, los intimidantes paseos motorizados frente a nuestros medios de comunicación, los asaltos a pedradas y martillazos a sus sedes principales, los ataques armados a rectorados y otros despachos universitarios, así como las ya recurrentes y a veces sangrientas agresiones a camarógrafos, fotógrafos y reporteros de ambos sexos, ocupados en sus deberes profesionales.

El problema no es este descolorido panorama en blanco y negro, súbita aunque no sorprendentemente teñido de rojo el 11, 12, 13 y 14 de Abril. No es un dato de la naturaleza  que el país esté dividido, según su percepción, aparentemente en dos partes iguales, que homologa Usted con dos trenes desbocados. Esa es una flagrante falacia indigna de un intelectual como el padre Sosa. El país ha sido dramáticamente dividido, con intención, dolo, maldad y alevosía por quienes han vuelto con la prédica de la lucha de clases, un proyecto político y un proceso revolucionario que pretende aniquilar nuestra tradición democrática. Si es cierto que tras esta política conscientemente divisionista hay problemas de fondo que deben ser rápidamente enfrentados y resueltos con coraje, inteligencia y voluntad –aquello que Usted sin querer profundizar llama “problemas estructurales” y que se remiten a las escandalosas diferencias sociales que nos aquejan-, no es menos cierto que dichos problemas han sido agudizados antes que resueltos por quienes pretenden utilizarlos para alimentar sus ansias de Poder, cuando sabe Usted perfectamente bien, estimado padre Sosa, que pueden y debieran ser resueltos en el marco de una sociedad democrática, solidaria y justa, que busque modernizarse para hacerse  próspera y participativa.

Chávez , bien por el contrario, pretende resolverlos por medio de una dictadura socializante y caudillesca, que nos retrotrae a lo más tenebroso y polvoriento de nuestro pasado. La inmensa mayoría de la población que le adversa, por medios institucionales y democráticos. ¿Da lo mismo una u otra fórmula si sólo nos atenemos a “la necesidad de resolver los problemas estructurales”? Si así fuera caeríamos en un indigno dilema moral: permitir las iniquidades de una dictadura -de cualquier signo, castrista o pinochetista- en nombre de la solución de los problemas básicos que nos aquejan. No puedo creer ni acepto que Usted, alto dignatario de la iglesia antes que «intelectual»,  sea de tal predicamento.

Revolución o democracia: ¿cabe una reconciliación de los términos?  Muy a nuestro pesar, no creemos posible que el chavismo y el anti chavismo miren a un mismo horizonte. La línea que separa a demócratas y revolucionarios es infranqueable. Son términos tan excluyentes y contradictorios, que han dado lugar a muchas y muy cruentas guerras civiles, como la rusa de Octubre de 1917 -y si consideramos la de 1905 y los enfrentamientos anteriores prácticamente desde comienzos del XIX- hasta hoy marcando todo el decurso del sangriento siglo recién pasado con sus millones y millones de cadáveres. La tarea consiste, pues, en iluminar los espíritus y permitir un reencuentro de todos, pero en este lado de la línea, del lado de la democracia, del lado de las libertades públicas, la alternabilidad, el sacrosanto respeto a los derechos humanos, la paz, la justicia y el respeto mutuo de todos los hijos de una misma nación, todavía vigentes entre nosotros gracias a nuestra “activada sociedad civil” y a la tenaz lucha de los medios de comunicación.

Ante la palabrería vana y auto complaciente que pretende, así sea de buena fe, encubrir este profundo hiato que nos tiene en este ruinoso estado, más vale el silencio.

@sangarccs

Colectivos y militares: Gómez escandalizado – Trino Márquez

Trino Márquez

En la salida de Miguel Rodríguez Torres del MIJ seguramente confluyeron varios factores: la disputa soterrada e interminable entre Diosdado Cabello y Nicolás Maduro, las rencillas entre grupos opuestos dentro del oficialismo, la independencia y poder que había concentrado el ministro defenestrado y, sin duda, el peso de los colectivos, legado del comandante eterno.

Los grupos de terror armados, llamados de manera eufemística “colectivos”, fueron alentados por Hugo Chávez especialmente a partir de los sucesos del 11-A. Su antecedente son los Círculos Bolivarianos. La desconfianza de Chávez en las Fuerzas Armadas después  de haber salido de Miraflores durante más de 48 horas aumentó su paranoia. A partir de esos sucesos tomó dos medidas: colocar  miembros de su más estricta confianza en los cargos clave de la estructura castrense y promover la formación de su ejército particular, conformado por las milicias formales, creadas por ley, y las fuerzas irregulares de choque civiles (colectivos). Estos se convirtieron en sus centuriones, cuerpo armado dispuesto a entregar la vida por el caudillo y su revolución. A estos grupos los fanatizó, les entregó parcelas de Caracas y los empoderó para que fueran capaces de actuar incluso contra los cuerpos de seguridad del Estado, en  el caso de que estos desacataran sus órdenes. Las bandas armadas son hijas de Chávez. Así se perciben a sí mismas y las ve el ala más radical del chavismo.

El gobierno de Maduro utilizó a esos grupos para que apoyaran a la Guaria Nacional Bolivariana y a la Policía Nacional en la represión de las protestas estudiantiles. Los grupos irregulares le sirvieron al régimen para demoler las barricadas  y aliviar la responsabilidad del gobierno.

Rodríguez Torres y Cabello, tal vez presionados por los militares más profesionales y menos ideologizados, luego de haberlos utilizado como ariete y escudo protector, quisieron darles un parado a algunos de esos grupos, envalentonados por el arsenal del que disponían, convertidos en obstáculo para impulsar el plan de desarme aprobado por el Gobierno y devenidos en pandillas delictivas. El aniquilamiento de los miembros del colectivo 5 de marzo estuvo precedido por el secuestro de una patrulla del CICPC. Este desafío a la autoridad del Ministerio del Interior fue castigada con la violencia que todos conocemos. Su dirigente más destacado, José Odreman, fue acribillado, al igual que cuatro de sus compañeros. La reacción de los otros soldados de la revolución fue inmediata. Declararon enemigos a Rodríguez Torres y a Cabello y exigieron la salida del primero del MIJ, logrando que a los pocos días saliera eyectado el ministro, hasta ese momento uno de los hombres fuertes del régimen y estrella en pleno ascenso. Maduro y su entorno aprovecharon el episodio para quitarse de encima a un serio competidor.

Frente a la opinión pública quedó claro que Maduro cedió ante la presión y las amenazas de los irregulares. Sus inclinaciones izquierdistas y, tal vez, su temor a los militares anticomunistas que aún deben de quedar en la FAN, lo llevaron a ceder ante las exigencias de los grupos de terror.

Esta insólita decisión del jefe de Estado resitúa a Venezuela en el siglo XIX, cuando el Ejército regular todavía no se había formado y el país estaba comandado por caudillos que contaban con sus propios ejércitos particulares. Hombres que desafiaban la autoridad del Estado, asaltaban, cargaban con botines e imponían sus propias leyes.

La destrucción de la FAN no se expresa solamente en su grosera politización –de la cual Padrino López es una burda  expresión-, sino también en la renuncia a poseer de forma exclusiva, tal como lo establece la Constitución,  el uso legítimo de la fuerza. Ahora esta función intransferible de todos los cuerpos de seguridad del Estado tiene que compartirla, porque así lo decidió la cúpula comunista que dirige el Gobierno, con los grupos paramilitares fomentados por Chávez y, ahora, por Maduro para socavar la autoridad de la institución castrense. Señores oficiales, bienvenidos al siglo XIX. Gómez estaría escandalizado.

@trinomarquezc

La democracia de opinión – Luis DE LION

IMG_2425 Luis DE LION

La muerte de la democracia representativa, a manos de una estafa llamada democracia participativa, permitió que se impusiera la democracia de opinión cual asunción colectiva. Del lado opositor las Primarias del 12 de febrero de 2012 son un claro ejemplo.

Se privilegiaron sentimientos, pasiones, frustraciones, miedos, rencores en detrimento de la racionalidad, del conocimiento, de la coherencia. Se simplificaron los problemas.

La MUD, emotiva y vulnerable, se construyó sobre el artificio de la democracia de opinión. Una inestabilidad visible cuando un día la oposición alcanza casi 7 millones de votos y al día siguiente se retrae, desaparece y no queda ni la sombra de ella misma.

En el pasado reciente fue la televisión, luego la prensa escrita y ahora Twitter, alimentando tendencias que carburan con el culto del breaking news, en fin, de lo puramente emocional. Pero lo más narcotizante, y que goza aún de cierta libertad, son los sondeos. Estupidizantes encuestas, suerte de burrundanga del fatalismo de la democracia de opinión.

La más reciente estadística divulgada cual edicto religioso, sugiere que Nicolás Maduro, es supremamente impopular. Me pregunto, cuándo fue Maduro popular que no me enteré.

Pero presunción de buena fe mediante, sin pensar que estamos ante una nueva publicidad electoralista, la crisis es evidente, es inocultable y lo peor, es asfixiante. ¿Entonces, por qué ningún grupo, ni persona, está capitalizando ese enorme descontento?

Solo escuchamos y leemos, de éste lado, anuncios vacíos y repetitivos, que alimentan fantasmas recurrentes de la democracia de opinión. Un régimen impopular es derrotable electoralmente, por solo citar, uno de tantos espectros.

¿Estamos ante una nueva ocasión perdida?

La crisis de retórica política opositora es terminal. La reciente desmovilización de la ciudadanía fue un acto políticamente culposo.

Hoy sigue siendo recurrente esa alergia al debate e intercambio de ideas. La democracia de opinión venezolana, es como Facebook, solo puedes decir que «te gusta» de lo contrario no existes.

Pero la verdadera ruptura, radica allí, en la revisión, en la asimilación política de los hechos, por demás contundentes. Lo peor es que no hemos llegado al límite del martirio que el castrochavismo nos tiene prometido.

No creo que baste solo con borrón y caras nuevas como sugería ésta semana un enredado editorial. Se debe abandonar ese proyecto electoralista e impreciso, de tonos petropopulistas, que presenta a la oposición políticamente sumisa. Se impone, una reacción, un sobresalto táctico. No se puede seguir confundiendo optimismo con onirismo. Ni se debe permitir que el mismo daño que en el pasado reciente hizo la antipolítica, ahora se repita con la democracia de opinión.

luisdelion@gmail.com

@LDeLion

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El bloqueo endógeno – Fernando Egaña

 Fernando Luis Egaña

Desde su más reciente visita oficial a Cuba, el señor Maduro está planteando con renovada intensidad que Venezuela es víctima de un plan de bloqueo financiero, crediticio y económico, que estaría siendo urdido por el capitalismo internacional… Nada curioso que repita tanto la palabra “bloqueo”, una de las favoritas de los hermanos Castro Ruz.

Tal pareciera que de la “guerra económica interna”, como excusa propagandística para tratar de justificar la mega-crisis económico-social,  se va a pasar al “bloqueo externo”, como pretexto para lo mismo. El tema del bloqueo no es nuevo en la retórica de la hegemonía venezolana, y desde luego es el gran tema de la retórica de la hegemonía castrista.

Bloqueo de lo más peculiar el supuesto de allá. Porque bloqueo como tal no es desde la Crisis de los Misiles en 1962. Embargo comercial sí ha habido, pero ya algo relajado porque Estados Unidos figura entre los cinco primeros socios comerciales de Cuba, sobre todo en importación de alimentos. Cabe preguntarse si más bien la existencia de ese embargo relativo, sea un activo que los Castro atesoran, porque les sirve de paliativo discursivo para la catástrofe humanitaria en que han sumido a la nación cubana.

Pero volviendo al “bloqueo” de acá, el que está denunciado el señor Maduro, habría que precisar algunas cuestiones. Si Venezuela ostenta una de las deudas externas más costosas del mundo, no es por ningún bloqueo financiero –que bastante han prestado los mercados globales–, sino por el creciente riesgo-país generado por un desgobierno supremamente irresponsable. Esto último no es que lo digan los críticos originarios, es que lo ha escrito y sostenido nadie menos que el ex–ministro Jorge Giordani.

En Venezuela están cayendo las importaciones no por causa de ningún bloqueo comercial, sino porque los fondos y reservas de divisas han sido depredados, y no hay con qué financiar la gigantesca apetencia importadora de una economía cuya producción interna se vuelve fantasmal. Y además la fuente que produce las divisas, la petrolera, también se estrecha por causa de menores precios y menores volúmenes de exportación comercial. Nada de esto se llama bloqueo. Se llama destrucción del patrimonio y el potencial de Venezuela. Sea por negligencia o por dolo, no importa, igual es destrucción.

Si el Estado rojo le debe a Raimundo y todo el mundo, no es por culpa de un bloqueo imperialista. Sin la estafa cambiaria de Cadivi en el 2012, de 25 mil millones de dólares, la situación morosa no sería todo lo calamitosa que es hoy. Y en todo caso, la dinámica delirante de controles más burocracia más corrupción que tiene a Venezuela en la lona, en estanflación, en masiva escasez, en explosión de violencia criminal, no tiene nada que ver con un supuesto bloqueo del capitalismo transnacional.

Si vamos a hablar de bloqueo, es decir de obstrucción, de intercepción, de cierre de paso, tenemos que referirnos a otro tipo de bloqueo. A un bloqueo que se origina desde la hegemonía y que hace prácticamente imposible que el país pueda aprovechar positivamente las oportunidades de la globalización, al tiempo que enjaula la capacidad emprendedora y aplasta el potencial de desarrollo económico y social de la sociedad venezolana.

Eso sí es un bloqueo de verdad. Un bloqueo que surge del primitivismo ideológico, del despotismo político, del pillaje patrimonial, entre otras caracterizaciones esenciales del régimen que impera en nuestra patria. Y se trata de un bloqueo endógeno, que habrá que desbloquear para que Venezuela pueda reconstruirse.

flegana@gmail.com

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¿Para qué ha servido la hegemonía comunicacional? – Trino Márquez

Trino Márquez

Todas las últimas encuestas –IVAD, Consultores 21, Datanálisis- muestran una caída perpendicular de la imagen de Nicolás Maduro y del gobierno rojo, a pesar de poseer el control de la inmensa mayoría de los medios de comunicación del país. Los venezolanos piensan que Maduro es un inepto, que el cargo de Presidente le queda demasiado grande, que no sabe qué hacer frente a los problemas crecientes y cada vez más agudos que presenta el país, y que la nación se hunde impulsada por la corrupción y la ineficacia. Para nada le ha servido comprar Globovisión, la Cadena Capriles, El Universal, realizar constantemente cadenas, amenazar los medios electrónicos, asfixiar El Nacional y Tal Cual, negarles el papel a los diarios impresos disidentes, despedir periodistas, perseguir caricaturistas, chantajear a los dueños de los periódicos o de los medios radioeléctricos para que cubran de manera complaciente los hechos que ocurren o para que tergiversen las informaciones.

Todos los controles sobre los medios informativos han resultado inútiles porque la cruda realidad del país traspasó el manto con el cual los rojos quieren cubrir los hechos. No hay manera de ocultarlos.  A Maduro y su corte de seguidores les ha ocurrido lo mismo que a esas empresas que  se gastan millones de bolívares  en promover un producto de mala calidad: la gente se decepciona una vez que lo ha probado y nunca más vuelve a cómpralo.

Con Maduro sucede exactamente lo mismo. Intenta vender un país que no existe, trata de evitar que los problemas se conozcan, atenúa las dificultades, culpa de las fallas a la burguesía, al imperialismo y a Uribe. Inventa conspiraciones ficticias y atentados  quiméricos. Se vale de las cadenas para adulterar los hechos. Pero, nada le sale bien. Es demasiado burdo. Nada le sale como él y los cubanos planifican. Dice que el lamentable asesinato de Serra fue urdido por paramilitares colombianos. Nadie le cree. Los rastros dejados por los asesinos apuntan hacia el círculo íntimo que rodeaba al joven diputado. Intenta demonizar a Odreman como un asesino de amplio prontuario. Las numerosas fotos tomadas demuestran que era uno de los favoritos del régimen. La “guerra económica” desatada por la burguesía apátrida no la cree nadie. Los problemas de todo género acosan a los venezolanos sin que el Gobierno logre articular una respuesta medianamente coherente.

La hegemonía comunicacional no les ha servido a los rojos para tender un manto que enmascare o, a menos, atenúe la brutal realidad que viven los venezolanos diariamente. Tampoco les ha permitido ganar nuevos adeptos. El PSUV, aunque sigue siendo el primer partido, ha retrocedido en las preferencias nacionales, y continuará por ese camino porque la capacidad distributiva y clientelar del Gobierno se erosionó. Ya Arabia Saudita dijo que había que olvidarse de los precios a $100 por barril. El mundo energético entró en una nueva fase. Los precios del crudo tomaron una pendiente que los llevará a colocarse en otra planicie, situada entre los $60 y los $70. Este nuevo precio, suficientemente alto si los recursos se administraran con probidad, resultará insuficiente para un gobierno acostumbrado al saqueo del Tesoro Nacional y al despilfarro. Habría que cortar los regalos a Cuba y a los otros países de la ALBA. Esto jamás lo harán.

El desplome de la popularidad de Maduro y su insufrible gobierno demuestran que la hegemonía comunicacional no sirve para elevar el prestigio de un gobernante y  engañar un pueblo.  Se necesita calidad y eficiencia para mantener la fe de los ciudadanos. Los rojos carecen de esa madera.

Está claro: Maduro no es Raúl Castro.

@trinomarquezc

¿Estado fallido o sociedad fallida? – Aníbal Romero

 Aníbal Romero 

Diversos comentaristas se han referido al actual Estado venezolano como un “Estado fallido”. En lo que sigue argumentaré que el Estado “bolivariano” no es un Estado fallido, aunque creo razonable afirmar que la sociedad venezolana sí lo es.

Empecemos por definir de manera concisa qué es un Estado. Según Max Weber, para empezar, el Estado es una instancia de poder que “reclama para sí, dentro de un determinado territorio, el monopolio de la violencia física legítima”. Cabe constatar que el Estado “bolivariano” (y uso el término “bolivariano” tan solo para designarle, sin contenido conceptual, histórico o moral alguno), no solamente reclama para sí el control de la violencia legítima sino también de la ilegítima, mediante la acción de los llamados “colectivos” y otras organizaciones para-militares colocadas fuera de la ley, dirigidas a intimidar y reprimir al “enemigo interno”.

Los analistas que caracterizan al actual Estado venezolano como “fallido” tienden a confundir el aspecto estrictamente empírico (es decir, el problema de lo que el Estado es), con el aspecto ético o normativo (es decir, lo que debería ser el Estado). Según Thomas Hobbes el Estado, en este ultimo sentido, se define en función de la relación entre protección y obediencia, o expresado en otros términos, en función de la misión de garantizar la seguridad de los ciudadanos a cambio de su obediencia. Desde luego, en el contexto de lo que hoy entendemos como Estado de Derecho esa obediencia no se refiere a un tirano absolutista, sino a las leyes; pero está claro que la misión de la ley es igualmente la de proteger a la ciudadanía a cambio de su legítima aceptación de la misma.

Lo que afirma Hobbes se refiere a lo que un Estado debe lograr. Sin embargo, hay que tiomar en cuenta que un Estado es también un sistema de dominio y control politicos, que en numerosas ocasiones es empleado por quienes detentan el poder para someter a una sociedad y así garantizar su perdurabilidad en el mando. En ese orden de ideas, el actual Estado “bolivariano” cumple hasta ahora a cabalidad su propósito de desplazar, intimidar, reprimir, someter o expulsar a una sustancial parte de la población, que se muestra inconforme con la situación del país y sus perspectivas.

En otras palabras, el Estado “bolivariano” cumple el objetivo de aplicar con éxito un sistema de dominación y control, que no solamente no protege a un amplio sector de la población, sino que de manera activa procura dejarle desprotegido y en lo posible paralizado, echando por tierra la prescripción hobbesiana, pero a la vez consolidando un modelo de sujeción politica que está lejos de ser “fallido”.

Si adicionalmente recordamos que de acuerdo con Carl Schmitt, el concepto de soberanía es parte fundamental del concepto de Estado, y que según este autor “soberano es el que decide sobre el estado de excepción”, debemos en consecuencia concluir que el Estado “bolivariano” cumple de modo sobradamente eficaz con el criterio esbozado. Lo sostengo de ese modo pues en Venezuela se vive una situación de excepción permanente, es decir, una suspension permanente de la Constitución y las leyes. Resulta patente que el grupo civil-militar que gobierna ejerce un poder arbitrario y enlazado exclusivamente a sus intereses de perdurabilidad en el mando. Es un modelo que violenta todos los límites que caracterizan un genuino Estado de Derecho.

De modo pues que si bien el Estado “bolivariano” no satisface los criterios normativos establecidos en algunas de las definiciones citadas, sí debemos admitir que como sistema de dominio y control politicos es un Estado bastante exitoso. No estamos hablando, con relación a la actual Venezuela, de un Estado fallido como podrían ser los casos de Libia, Iraq o Siria. Por el contrario, el Estado “bolivariano” es una instancia de mando político que ejerce sin controles ni límites constitucionales el poder, convirtiendo la prueba de la soberanía (la definición de la situación de excepción de Schmitt), en una vivencia permanente dentro de la sociedad venezolana. Ese sistema o modelo de dominio ha sido en no poca medida calcado de la experiencia revolucionaria cubana, y seguramente recibe un sólido asesoramiento y respaldo desde la Habana y su red de inteligencia en Venezuela.

Algunos de los rasgos de tal modelo aplicado en nuestro país son éstos: 1) Incorpora a un importante sector castrense al ejercicio del poder y al disfrute de sus privilegios (en Cuba los militares controlan la economía). 2) Da respuesta a las necesidades legitimadoras de la izquierda radical, mediante la retórica anti-imperialista y socialista.  3) Desmoviliza paulatinamente a la población pobre a través de la propaganda y lahegemonía comunicacional, la represión y la dependencia alimentaria, como ocurre en Cuba. 4) Expulsa o somete a la clase media a través de la destrucción de sus expectativas de progreso y libertad. 5) Doblega o domestica al sector opositor mediante el encarcelamiento de sus más auténticos líderes, la preservación de una esperanza siempre repetida de alternabilidad en el poder—pero con mecanismos electorales arbitrarios y/o fraudulentos–, y el otorgamiento parcial y bajo constante amenaza de “espacios”, a los que llega intermitentemente el dinero que el régimen, en última instancia, manipula.

Quizás Hobbes nos diría: El Estado “bolivariano” no es un verdadero Estado. Quizás Weber nos diría: El Estado “bolivariano” no es un Estado de Derecho. Quizás Schmitt nos diría: Una situación de excepción permanente como la existente en Venezuela es una contradicción. Pero me temo que el grupo civil-militar en el poder en Venezuela no tiene excesivo interés en la teoría política. Lo que sí les interesa es la práctica política, en todo lo que tenga que ver con el control sobre una sociedad fallida. A ese grupo civil-militar le interesa el poder, no las encuestas.

Afirmo que la sociedad venezolana es fallida en dos sentidos: En primer lugar, se trata de una sociedad que se ha mostrado incapaz de superarse decisivamente en los planos de la educación, la productividad y la competitividad en el mundo de hoy. La nuestra es una sociedad en la que hace rato se rompió el vínculo entre trabajo y bienestar, que ni siquiera concibe asumir el aumento del precio de la gasolina, el más bajo del planeta, aunque resulta obvio que estamos hablando de una gigantesca distorsión económica, una distorsión que nos revela ausentes y ajenos a las realidades y exigencias contemporáneas. Vivimos del petróleo y queremos seguir haciéndolo.

En segundo lugar, la sociedad venezolana es fallida pues ha permitido que una isla empobrecida y aplastada como la Cuba actual, una isla, sin embargo, cuyo régimen 4 despótico está conducido por una élite politico-militar con objetivos claros y férrea voluntad, nos subordine y explote, mediante la subalternización psíquica e ideológica del grupo civil-militar que nominalmente manda en Venezuela, y ante la mirada impasible de una dirigencia de oposición que en general ni siquiera toca el tema, y pasa a su lado en resonante silencio. Ello sin olvidar a tantos analistas y comentaristas para quienes el reto de la influencia de la Cuba castrista en Venezuela pareciera ser tabú, por razones que francamente ignoro.

El “Estado bolivariano” no es un Estado fallido, ni un narco-Estado ni un Estado forajido, aunque presente rasgos que nos permiten atribuírle tales calificativos en el plano ético, en el plano de lo normativo. La sociedad venezolana (la sociedad, no el Estado) sí es una sociedad fallida, que se autoengaña sobre su realidad, se hunde cada día más en el atraso en todos los órdenes de la existencia nacional, y admite, con honorables excepciones individuales y momentos de lucha colectiva, su subalternización al régimen tiránico en Cuba.

En términos de modelo de dominación, encontramos entonces que el desarrollado por el gupo civil-militar en el poder en Venezuela, en alianza con el régimen castrista en Cuba, se caracteriza hasta ahora por su eficacia en cuanto a su tarea principal: perpetuarse en el poder.

Pero nada humano es eterno, ni siquiera los “comandantes”. Lo expuesto en estas notas no implica que el Estado “bolivariano” sea invulnerable, o que Venezuela será para siempre una sociedad fallida. El futuro está abierto, y para repetir el lugar común, el futuro tendrá que ver con lo que digamos y hagamos, o dejemos de decir y hacer, en el presente.

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Santos y el golpe de Estado permanente – Eduardo Mackenzie

   Eduardo Mackenzie

El affaire del viaje de Timochenko a Cuba, con aprobación del gobierno colombiano, es probablemente el peor error que ha cometido Juan Manuel Santos en los cuatro años y pico que lleva de mandato. Durante el llamado “proceso de paz en La Habana”, el país le ha perdonado muchos errores y chambonerías. Esta vez, la píldora se le atragantó a todo el mundo. Ese acto, deliberado y gravísimo, no se lo perdonarán jamás las víctimas, ni los militares ni los policías, ni el país. Santos fue muy lejos. Tomó una decisión que podría minar su poder. Creyó que nadie se enteraría de ese viaje. Pero el mismo ministro de Defensa reveló el asunto. Quizás el vió el abismo que esa medida abría a sus pies.

Dejar viajar a Timochenko, o por lo menos dejar que llegara a Cuba sin pedir al gobierno de Cuba su extradición inmediata, fue la gota que llenó el vaso. Ese acto no es lo mismo que haber dejado llegar a Cuba a los 30 guerrilleros de las Farc que están allá en conversaciones secretas con los agentes de Santos. Fue otra cosa.

Timochenko no es un guerrillero más. Es el jefe de las Farc, el responsable moral y material de miles de atentados, secuestros, deportaciones de población y otras atrocidades contra Colombia. Sus decisiones han llevado y llevan a la muerte a miles de colombianos. Es el jefe de un aparato terrorista que ha golpeado al país durante 50 años.

Dejar que un criminal de ese calibre se mueva a su antojo en el extranjero, sin hacer nada para capturarlo, es acordarle un privilegio monstruoso. Es jugar con la seguridad nacional, es violar el artículo 189 de la Constitución colombiana. Es traicionar a las víctimas, a los militares, policías y civiles que perdieron la vida o que han sido mutilados por las actuaciones de ese individuo.

Santos nos dice con esa medida que las Farc pueden hacer todo lo que quieren pues están “en proceso de paz”. Es decir, que el proceso de paz es un pretexto que les permite a las Farc organizarse, dentro y fuera del país, para mejor avanzar contra las instituciones del país, contra su fuerza pública y contra los inermes ciudadanos.

Santos hizo eso, en secreto, pues se creía a salvo de todo. Creía al país, a sus ministros, a la prensa, hipnotizados por el “proceso de paz”.

El presidente Santos no estaba facultado para autorizar la salida ni la llegada de ‘Timochenko’ a Cuba. Una cosa es “dirigir el proceso de paz” y otra es proteger los movimientos de un criminal que tiene varias órdenes de captura.

Santos violó el poder judicial. El jefe del poder ejecutivo se entrometió en un asunto del poder judicial y violó así la separación de poderes. Su actuación fue ilegal al autorizar la llegada de un criminal a Cuba sin haber tramitado antes el levantamiento de la orden de captura, como hizo con los otros criminales que están dialogando con los agentes de Santos en La Habana. Son dos figuras diferentes.

Un presidente no puede sacar de la cárcel ni absolver a quien se le dé la gana. Un presidente puede conceder indultos. Pero Santos no ha indultado a Timochenko. Un presidente no puede abrogar una orden de captura con un signo de la mano. El presidente de Colombia no puede hacer todo lo que quiere. No es un Dios. No es un soberano absoluto. Es un presidente, es decir un funcionario del Estado con funciones limitadas y precisas. Si no las respeta el comete uno o varios delitos. Es  un funcionario que debe rendir cuentas. Pues sus actos no pueden ser otros que los descritos por la Constitución y la ley. Santos no está por encima de la ley, ni de la Constitución.

¿Cuál es la norma del llamado “derecho internacional”, como dijo Jorge Fernando Perdomo, fiscal general encargado, que permite a un presidente de la República dar patente de corso a un criminal? ¿Dónde está la norma que permite a todo jefe de Estado violar las decisiones del poder judicial con el pretexto de que él “dirige un proceso  de paz”? Esa norma no existe y el doctor Perdomo no la puede inventar ni invocar.

Santos no es sino un presidente de la República. El Procurador General tiene razón y tiene el derecho a pedirle cuentas por lo que hizo con Timochenko. La respuesta arrogante de Santos,  quien no se dignó siquiera responder a las cuatro preguntas de Alejandro Ordoñez Maldonado (1), y quien pretende despachar al Procurador con una sola palabra, “improcedente”, es un gesto inadmisible. Es el acto de un dictador, no de un funcionario de un Estado de derecho.

Timochenko no viajó para  discutir con los negociadores de Santos en La Habana. Vió a sus cómplices de las Farc y del Eln y a responsables cubanos. ¿A quién más vió? ¿A otros agentes de países que también están interesados en echarle mano a Colombia? ¿Nicaragüenses, rusos, chinos? El Presidente Santos y el ministro Pinzón deben explicarle al país qué pasó, qué está pasando. Está en juego la soberanía colombiana. Dentro de unos meses, probablemente, Colombia verá los efectos del viaje de Timochenko. ¿Y será ya muy tarde?

Con esas actuaciones Santos muestra que ya no hay Estado de derecho en Colombia, que su gobierno no es más que un golpe de Estado permanente, donde la Constitución, las leyes y decretos no son más que cartulinas. El Estado de derecho ha derivado hacia el poder de un hombre, que contradice  el consentimiento general, que intimida a quienes le llevan la contraria. Muestra que Santos adoptó, con ayuda del Fiscal General y de una parte de los partidos de la unidad nacional, sin que viéramos en qué momento, el “nuevo constitucionalismo” chavista, donde el poder ejecutivo es todo y los demás poderes son nada, pues son poderes subordinados, subordinables, meros auxiliares del ejecutivo. Ese no es el país que teníamos. Ese es el país que está saliendo del llamado “proceso de paz”, como un espectro tenebroso en medio de un pantano, aún antes de que los terroristas firmen nada.

(1).-  Ver la carta del Procurador Alejandro Ordóñez al Presidente Santos, del 17 de octubre de 2014: http://www.periodismosinfronteras.org/procurador-ordonez-responde-con-firmeza-al-presidente-santos.html

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Los precios del Petróleo – Luis DE LION

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Como es costumbre, en cada verano en el hemisferio norte, los precios del petróleo, sufren una leve baja. Este 2014, no fue la excepción.

Pero ya comenzó el otoño y los precios del crudo siguen bajando. Una caída que preocupa a los grandes productores. A pesar que, eran inexplicables los altos precios del barril.

A simple vista, parece una etapa de sinceración, producto de las leyes del mercado. Pero hay regímenes que hicieron del petróleo y sus altos precios, una herramienta geoestratégica. Venezuela luce supremamente afectada, al tiempo que no posee la autoridad necesaria como para influir en el mercado, es por ello que, en un gesto propagandístico, Rafael Ramírez, pidió una reunión de urgencia de la OPEP, sabiendo que le sería negada, por cuanto en el calendario habían ya previsto una cumbre para noviembre próximo.

Los meteorólogos, evocan un mes de septiembre de los más calurosos de los tiempos modernos, pero no es solo el clima la razón de la caída de los precios del crudo.

Los analistas identifican posibles razones, comenzando por el aumento de la producción en los EE.UU, el freno de las economías europeas y en particular la desaceleración industrial de Alemania. China también ha conocido una leve pausa en su desenfrenado crecimiento. En conjunto, forman la herencia de la gran crisis financiera del 2008, de la cual los mercados aún guardan las cicatrices. Hasta aquí lo macroeconómico.

En lo político, la crisis en Ucrania, el avance de los yihadistas del Estado Islámico en Siria e Irak, la expansión de la epidemia del Ebola y en menor medida las manifestaciones pro democráticas en Hong Kong.

Vemos pues, razones múltiples y variadas. El contexto internacional no incita al optimismo.

Otros analistas como, Thomas L. Friedman, especulan con la teoría de la nueva guerra fría, entre Obama y Putin, para explicar la caída de los precios. Mientras que otros profundizan sobre la mutación del capitalismo y de la economía mundial.

Por ejemplo en la opinión estadounidense, actualmente se debate entre la tesis de Larry Summers que ve el futuro oscuro por una estagnación duradera y la de Jeremy Rifkin, que cree que el mercado está cambiando profundamente por efecto de Internet, el big data y los servicios gratuitos.

Pero en la Venezuela de Maduro, nación como ninguna otra, dependiente de los altos precios del petróleo, el régimen sin más, aseguró que tiene planes para enfrentar «cualquier escenario», independientemente de hasta dónde caiga el precio del crudo.

Sin duda, es el mensaje de alguien que solo quiere mantenerse en el poder. Mientras la economía venezolana seguirá padeciendo un largo verano.

luisdelion@gmail.com

@LDeLion

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