Antonio Sánchez García
Advertencia: Esta carta abierta fue escrita y publicada en junio de 2002, inmediatamente después de los hechos de abril, en respuesta al artículo escrito por el Padre Sosa a que se refiere*. Dado los más de 12 años transcurridos, la aterradora confirmación de todos nuestros supuestos y vaticinios así como la mantención de juicios y criterios que entonces nos situaban en aceras confrontadas, creo necesario volver a publicarla para esclarecer posiciones y determinar en justicia nuestras equivocaciones y errores.
Un veedor de buena fe me ha hecho llegar a través de la red un artículo del Padre Arturo Sosa* que promete ser no sólo un descarnado análisis de los dramáticos sucesos del 11, 12, 13 y 14 de Abril recién pasados, que conmovieran a Venezuela y sorprendieran al mundo, sino una propuesta encaminada a encarrilar nuestros descarriados trenes, evitar el feroz choque final y arribar, en mancomunada armonía a una misma feliz estación: “la decisión colectiva de mirar hacia el mismo horizonte”.
¿Puede un intelectual y sacerdote responsable, como el Padre Sosa, sacarse de la manga una fórmula mágica que permita hoy reunir en un mismo mirador a Hugo Chávez Frías, Diosdado Cabello, Lina Ron, Freddy Bernal y José Vicente Rangel, por nombrar sólo a algunos de los pasajeros de uno de los trenes, con Pedro Carmona Estanga y Fedecámaras, Carlos Ortega y la CTV, y todos quienes participan del bloque opositor, desde los propietarios de los medios hasta la alta gerencia de PDVSA, pasando por esos multitudinarios sectores populares que marcharon el jueves 11 – ¿o es que populares son sólo los seguidores de Hugo Chávez? – y lograr una unidad de propósitos que los haga no sólo concebir, sino disfrutar al unísono de un mismo horizonte?
Tal comprensiva, humana y ambiciosa propuesta me llevó a leer con extremado detenimiento el largo ensayo del Padre Sosa. Dejo a las autoridades competentes ocuparse de los hechos luctuosos que el intenta esclarecer. Me intereso, en cambio, por «las perspectivas«, segunda parte de su enjundioso análisis. Para mi desconsuelo, no he encontrado una sola idea concreta que legitimara el interés despertado por la promesa. Pues para arribar al legítimo y humanitario deseo de Sosa, el padre, de unificar a tal extremo los bloques en conflicto, Sosa, el intelectual, debe eludir cualquier mención a los auténticos horizontes de nuestros “maquinistas”. Ni una sola palabra acerca del proyecto que nutre al “proceso bolivariano”, cero mención de los pasos concretos dados por el gobierno, el único y auténtico dueño de la locomotora, los rieles y la estación, en estos tres años de recorrido por imponerle a una parte que ya va siendo mayoritaria, su horizonte, que no es otro, como muy bien lo sabe el estimado Padre Sosa, que el del “mar de la felicidad cubana”. Y ha obviado, lo que es una grave falta de percepción indigna en un hombre de pensamiento, que en rigor el descarrilamiento al que estamos asistiendo atónitos y angustiados no es el de dos sino de un solo tren, para más señas llamado Venezuela. Tal tren, estimado padre Sosa, está en manos de un solo maquinista y un sólido equipo de obstinados carboneros, mientras una parte muy importante de sus pasajeros ha comenzado a reclamar, primero a viva voz y ahora ya con violencia, detener su marcha y cambiar al maquinista, so riesgo del más feroz descarrilamiento de toda nuestra atribulada historia. Muy abundante, por cierto, en tales sangrientos y espantosos enfrentamientos sociales que el padre Sosa equipara metafóricamente con un descarrilamiento.
No sólo omite Usted cualquier mención a los confesados, públicos y proclamados propósitos revolucionarios de Chávez y del chavismo –y sabe Usted muy bien a qué se refiere el término revolución en boca de Hugo Chávez o Fidel Castro, querido Padre Sosa, por no mencionar a Marulanda y al comandante Reyes – sino que en una suerte de prestidigitación se eleva Usted por sobre todos nosotros, comunes mortales, y desde la torre de control de la Venezuela Rail Road Company a la que sólo Usted pareciera tener acceso mide fuerzas con un desapasionamiento digno de mejor causa y utilizando la balanza del contable, decide que el enfrentamiento es entre dos vectores de igual magnitud e intencionalidad, igualmente responsable por la aparentemente inevitable catástrofe, y aunque subyace a sus palabras la evidente valoración mayor con que juzga a uno de ellos los considera meras fuerzas de atracción y repulsión físicas. Abstracción pura digna del mejor tomismo aristotélico. Desde esa torre proclama Usted finalmente la auténtica bitácora que debieran seguir nuestros maquinistas del futuro: “afirmar la necesidad de cambios estructurales en las relaciones básicas de la sociedad venezolana; reconocer la mayoría no polarizada de la sociedad, su sustrato democrático vinculado con el respeto al marco constitucional y la activación de la ciudadanía a través de organizaciones plurales que participan activamente en la reconstrucción de lo público.” La proposición contiene matices de grandiosa perspectiva histórica, luce prometedora y atrae la atención. Pero una vez detenidos a evaluar cada uno de los términos y a sopesar cada proposición con la rigurosidad que nos impone la responsabilidad histórica no dejan de sorprendernos algunas vagas imprecisiones. Muy querido padre Sosa: ¿con qué se comen los “cambios estructurales en las relaciones básicas de la sociedad venezolana”? Inteligente como Usted es no podrá dejar de advertir que puede llenar el predicado con soluciones políticas, sociales y económicas de la más diversa índole, desde las ya ensayadas y fracasadas marxistas leninistas, hasta las fascistoides propias de sociedades autocráticas, sin olvidar aquellas inmanentes al sistema democrático de gobierno: las socialdemócratas, las socialcristianas y hasta las propias del capitalismo globalizado, denigradas al vuelo como neoliberales. Si no nos aclara de qué estructuras y de qué cambios está hablando, la frase suena bella, pero es hueca: no dice absolutamente nada.
Viene luego lo de “reconocer la mayoría no polarizada de la sociedad”. ¿A qué mayoría se refiere, padre Sosa? ¿A una sociedad de amantes del pensamiento cristiano occidental que observa la marcha del 11, la carnicería de Miraflores y los saqueos de Catia, La Vega, La Yaguara, Antímano y Los Teques, desde aquel maravilloso mirador al que quisiera invitar Usted a Carmona y a Hugo Chávez o desde su personal Torre de control? ¿No estará usted tratando de pasarnos gato por liebre, poniendo en una misma balanza a los sectores activos y a los sectores pasivos de la sociedad? Y al referirse a aquellos, ¿poniendo Usted en un mismo plano los armados círculos bolivarianos con las inermes organizaciones de la sociedad civil desarrolladas al calor de la protesta contra las iniquidades del régimen?
Su bien intencionada objetividad científica me asombra. Pues siguiendo en esa misma tónica pasa luego a exigir “el respeto al marco constitucional”. ¡Eureka! Así, en bloque, ¿quién sino los disparatados golpistas del 11 lo han irrespetado? Es claro que tras esa neutral y ética exigencia de respeto a la constitución pasa Usted por alto -consciente o inconscientemente- algunos de los poderes asentados en esa constitución, como la Fiscalía General de la República, la Defensoría Del pueblo, la Contraloría General de la República y el Consejo Nacional Electoral. ¿Respetan los señores titulares de todos esos constitucionales cargos “el marco constitucional”? ¿Lo respeta quien ha convertido esa constitución en un totémico librito en miniatura para encubrir sus diatribas, sus insolencias, sus abusos y sus desmanes? ¿Lo respetan los círculos bolivarianos? ¿Lo respetaron quienes decidieron impedir el paso de la marcha del 11 por las calles que son de utilidad pública, según derechos consagrados en ese “marco constitucional”? ¿Lo respetaron los francotiradores y pistoleros apostados en los aledaños de Miraflores?
“La reconstrucción de lo público”- qué bella frase, padre Sosa. Resuenan en ella por lo menos ecos lejanos del lenguaje de la Filosofía del Estado y del Derecho del buen Hegel, el mismo que le diera al mundo la definición de “sociedad civil” –bürgerliche Gesellschaft, la llama. Y nos da Usted en el mismo envión la clave del sujeto que se hará cargo de tal reconstrucción: “la activación de la ciudadanía a través de organizaciones plurales”. Imagino que sabe Usted perfectamente que tampoco tal activación y sus organizaciones carecen de contenido previo al horizonte que tanto le apasiona. Hugo Chávez decidió hace aproximadamente dos años “activar la ciudadanía” con sus “círculos bolivarianos”, y como tal activación puede encontrar obstáculos en otras ciudadanías activadas, pasó según todos los indicios a dotar dichas “organizaciones plurales” con un sofisticado armamento, del que ya hemos recibido pública demostración el 11 de abril pasado.
En este punto no es malo ampliar nuestro horizonte histórico real –el de verdad verdad, no aquel ilusorio surgido de su bondadosa fantasía – al del mar de la felicidad. Pueda que gran parte del horror que parece estar sufriendo una buena parte de nuestra sociedad por el curso que lleva nuestro tren de marras se deba a la fundada sospecha de que su maquinista pretende llevarnos directamente a esa utópica estación final: La Habana. Y sabiendo en qué estado de participación real se encuentra la ciudadanía de nuestra querida Cuba, cuan plurales son sus organizaciones ciudadanas y por qué medios quien allí gobierna en solitario desde hace 43 años suele activarla cuando lo necesita – reclamos masivos ante la embajada de Estados Unidos, conmemoraciones en la Plaza de la Revolución, etc., etc., etc.- , una parte de nuestra sociedad cuyo número Usted no menciona pero seguramente no desdeña, decidió precisamente lo que Usted con un poco de tardanza y otros fines nos recomienda: se ha activado, ha salido a la calle y está en pie de guerra defendiendo su derecho a construir una sociedad justa, libre, moderna y democrática.
Que Usted no lo reconozca, asombra. Nuestra “sociedad civil” ya está activada, padre Sosa. No requirió esperar a su consejo. Y es una simple canallada pretender medirla con el mismo rasero platónico con que Usted pretende medir nuestras confrontaciones. Como si fuera una abstracción – mera realidad virtual la llama Rangel, nuestro áulico intrigante de palacio – perfectamente comparable con otros “vectores” sociales, como los presentes en los saqueos a negocios con sus saldos de muerte y desolación de modestos comerciantes, los intimidantes paseos motorizados frente a nuestros medios de comunicación, los asaltos a pedradas y martillazos a sus sedes principales, los ataques armados a rectorados y otros despachos universitarios, así como las ya recurrentes y a veces sangrientas agresiones a camarógrafos, fotógrafos y reporteros de ambos sexos, ocupados en sus deberes profesionales.
El problema no es este descolorido panorama en blanco y negro, súbita aunque no sorprendentemente teñido de rojo el 11, 12, 13 y 14 de Abril. No es un dato de la naturaleza que el país esté dividido, según su percepción, aparentemente en dos partes iguales, que homologa Usted con dos trenes desbocados. Esa es una flagrante falacia indigna de un intelectual como el padre Sosa. El país ha sido dramáticamente dividido, con intención, dolo, maldad y alevosía por quienes han vuelto con la prédica de la lucha de clases, un proyecto político y un proceso revolucionario que pretende aniquilar nuestra tradición democrática. Si es cierto que tras esta política conscientemente divisionista hay problemas de fondo que deben ser rápidamente enfrentados y resueltos con coraje, inteligencia y voluntad –aquello que Usted sin querer profundizar llama “problemas estructurales” y que se remiten a las escandalosas diferencias sociales que nos aquejan-, no es menos cierto que dichos problemas han sido agudizados antes que resueltos por quienes pretenden utilizarlos para alimentar sus ansias de Poder, cuando sabe Usted perfectamente bien, estimado padre Sosa, que pueden y debieran ser resueltos en el marco de una sociedad democrática, solidaria y justa, que busque modernizarse para hacerse próspera y participativa.
Chávez , bien por el contrario, pretende resolverlos por medio de una dictadura socializante y caudillesca, que nos retrotrae a lo más tenebroso y polvoriento de nuestro pasado. La inmensa mayoría de la población que le adversa, por medios institucionales y democráticos. ¿Da lo mismo una u otra fórmula si sólo nos atenemos a “la necesidad de resolver los problemas estructurales”? Si así fuera caeríamos en un indigno dilema moral: permitir las iniquidades de una dictadura -de cualquier signo, castrista o pinochetista- en nombre de la solución de los problemas básicos que nos aquejan. No puedo creer ni acepto que Usted, alto dignatario de la iglesia antes que «intelectual», sea de tal predicamento.
Revolución o democracia: ¿cabe una reconciliación de los términos? Muy a nuestro pesar, no creemos posible que el chavismo y el anti chavismo miren a un mismo horizonte. La línea que separa a demócratas y revolucionarios es infranqueable. Son términos tan excluyentes y contradictorios, que han dado lugar a muchas y muy cruentas guerras civiles, como la rusa de Octubre de 1917 -y si consideramos la de 1905 y los enfrentamientos anteriores prácticamente desde comienzos del XIX- hasta hoy marcando todo el decurso del sangriento siglo recién pasado con sus millones y millones de cadáveres. La tarea consiste, pues, en iluminar los espíritus y permitir un reencuentro de todos, pero en este lado de la línea, del lado de la democracia, del lado de las libertades públicas, la alternabilidad, el sacrosanto respeto a los derechos humanos, la paz, la justicia y el respeto mutuo de todos los hijos de una misma nación, todavía vigentes entre nosotros gracias a nuestra “activada sociedad civil” y a la tenaz lucha de los medios de comunicación.
Ante la palabrería vana y auto complaciente que pretende, así sea de buena fe, encubrir este profundo hiato que nos tiene en este ruinoso estado, más vale el silencio.
@sangarccs