No hagan caso a Washington – Aníbal Romero

 Aníbal Romero 

Iré al grano: Ni Washington, ni la Comunidad Europea, ni la ONU y mucho menos la OEA, tienen la más mínima autoridad moral para indicar o recomendar a los venezolanos patriotas, civiles y militares, cómo actuar para poner fin al régimen de oprobio que destruye al país. Ni hablar de los gobiernos traidores como los de Brasil, Argentina, Uruguay, Colombia y los depredadores del ALBA, sin olvidar a los que en el Caribe sacan codicioso provecho de nuestra desgracia bajo el chavismo.

El caso de Washington merece consideración especial, pues allá presumen de expertos en democracia, legalidad y convivencia cívica. Para entender la indiferencia y complicidad de Washington en la tragedia venezolana, su condenable negligencia, tolerancia y condescendencia ante el asalto criminal a la democracia y la libertad en Venezuela, hay que tomar en cuenta el tema de Cuba y el porvenir del castrismo en la isla.

Para el Comando Sur la principal amenaza potencial a la seguridad de Estados Unidos, proveniente de América Latina, es la posible repetición del caso “Mariel” en 1980 y la salida aparatosa, esa vez, de más de cien mil cubanos hacia Florida, instigados por el propio régimen de los Castro. Otra versión de semejante escenario constituye una diaria pesadilla para los planificadores militares estadounidenses, razón por la cual si bien Washington desearía, en teoría, un cambio democrático en Cuba, su interés prioritario con respecto a la isla es la estabilidad.

¿Democracia? Desde luego, pero en un marco de estabilidad que impida la duplicación de un caos que esta vez no empujaría a Miami tan sólo a 125.000 cubanos desesperados, sino a un millón o más de seres ávidos de escapar de las cadenas del atraso y despotismo castristas.

De modo que a Washington no le quita el sueño que Venezuela subsidie la parálisis de Cuba. Repito, no niego que en teoría Estados Unidos desee otra cosa para nosotros, pero en el frío esquema de los retos a la seguridad de un gran poder los venezolanos somos peones de un ajedrez complejo, en el que la libertad y la democracia son asuntos de menor importancia.

En cuanto a la OEA, propongo formalmente que los millones de ejemplares impresos de la llamada Carta Democrática de esa institución, que deben estar depositados en un almacén en Washington, sean urgentemente transformados en pulpa de papel, procesándola para aliviar la escasez de papel higiénico que actualmente atormenta lavida de tantos venezolanos.

Y que no se repita la media verdad según la cual las naciones deben actuar únicamente en función de intereses y no de sentimientos o valores. Una política basada exclusivamente en intereses es estéril, y otra basada tan sólo en un iluso idealismo es inviable.

Durante los años sesenta del siglo XX, a través de la Doctrina Betancourt, Venezuela mostró que una política exterior que combinaba el interés de proteger la democracia en nuestro país, con el valor ético de también defenderla en la región como un todo, era tanto factible como efectiva. Resulta por ello aún más repudiable la actitud pasiva, miope, cínica y deleznable de la OEA y de tantos otros frente al saqueo de la esencia de nuestra democracia, en manos del régimen chavista y su bochornosa revolución.

De manera que les solicito a los jóvenes civiles y militares venezolanos, quienes tarde o temprano actuarán para salvar y reconstruir al país: No hagan caso a las hipócritas insinuaciones apaciguadoras de quienes traicionan la libertad de nuestra Patria. Hagan lo que sea necesario para ponerle fin al oprobio que nos humilla.

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Estados Unidos no es imperio – Aníbal Romero

 Aníbal Romero 

Toda revolución atraviesa una etapa paranoica y el momento le llegó a la disparatada revolución bolivariana. Ante el desastre originado por sus acciones y lejos de realizar la más mínima autocrítica, los radicales criollos atribuyen a Estados Unidos, el presunto “imperio”, y a la apacible y bondadosa oposición interna todos los males que la mente puede imaginar.

Para tranquilizarles aclaro que Estados Unidos no es un imperio. Si desean saber qué es un imperio de verdad y por qué envejecen y mueren, les sugiero lean a Edward Gibbon y su inmortal “Historia de la decadencia y caída del imperio romano”, o el estupendo libro de Nial Ferguson titulado “Imperio”, sobre el caso británico.

Estados Unidos no es y jamás fue un imperio. Ha sido y es un gran poder, muy influyente aunque ahora en  declinación, pero no es un imperio. Se trata de un país de inmigrantes donde la libertad individual hizo milagros por dos siglos, hasta el fin de la Guerra Fría; un país cuya fuerza económica, unida a la relativa debilidad de los demás, le llevó a cumplir un papel preponderante en el escenario internacional. Pero Estados Unidos nunca tuvo ni tiene la voluntad de dominio y perseverancia para hacer lo que la Roma imperial y el Londres isabelino y victoriano hicieron; es decir, imponerse a toda costa con un sentido de superioridad nacional.

Cabe concebir qué habrían hecho romanos y británicos en sus momentos de esplendor con personajes del talante de Castro, Chávez o Maduro. Ni siquiera se hubiesen ocupado de enviar las legiones (Roma) o la flota (Inglaterra); con un simple estornudo les hubiesen enseñado a respetar. Esos sujetos y otros como ellos se ríen, se burlan y ofenden a diario al llamado “imperio” estadounidense, para no mencionar temas más graves como las temeridades de Putin, Assad, el demente coreano, los Ayatolás iraníes y el resto de audaces que pululan en el mundo de hoy. Mas el “imperio” calla, permite que le maten a su Embajador en Libia, se deshacen de Gadaffy y después aceptan que ese país se convierta en nido de terroristas, acaban con Saddam Hussein y demuelen a los talibanes y al poco rato retornan a Arizona, Tejas, Ohio y Florida, dejando atrás un caos.

No, eso no es un imperio. ¡Atención! No digo que sea bueno o malo, digo que de ese modo no actúa un imperio. Estados Unidos no tiene ni la voluntad ni la constancia para ser imperio. Dominó mientras lo hizo por su inmenso desarrollo económico, producto de la libertad, pero fue un dominio derivado y no deliberado.

Conviene de paso mencionar que los romanos jamás traicionaban a sus aliados, cosa que no puede afirmarse de Washington, por desgracia.

En nuestros días Estados Unidos se ha debilitado espiritualmente todavía más. La “corrección política” le ha agrietado a la manera de los europeos, y están desconcertados y atemorizados. Washington derrotó el modelo soviético pero no supo cómo manejar su victoria. Aplastaron el comunismo pero bajo Obama les corroe el ánimo socialista.

Como habría indicado Toynbee, en la sociedad americana ha crecido un proletariado interno de millones de dependientes del gobierno, para cuyo sostén se hace necesario exprimir cada día más a los que producen y subsidiar a los que medran. Las élites norteamericanas se han escindido de manera irreconciliable; y como explica Gibbon en su gran obra, la división de las élites es la señal de alarma de un severo agotamiento. Washington no sabe siquiera cómo endeudarse más, y ni hablar de cómo pagar lo que debe.

Así que, Maduro: no nos aburras más con el tal “imperio”.

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¿Es Rusia un gran poder? – Aníbal Romero

 Aníbal Romero 

Es un error subestimar a Rusia. Napoleón y Hitler lo hicieron y lo pagaron caro. Las cosas fueron distintas con la URSS. Reagan percibió que después de setenta años de idiotez, torpeza y crueldad comunistas la Unión Soviética se hallaba en avanzado estado de descomposición. Sin embargo, la URSS no se “derrumbó”. Pocas veces, quizás nunca, los regímenes políticos colapsan o se producen las llamadas implosiones. Para que un régimen caiga es necesario empujarle al abismo, y eso lograron Reagan, Thatcher y Juan Pablo II con la agonizante URSS.

Luego del fin del comunismo, agotada en sus más hondas raíces nacionales por un sistema político inhumano y atroz, Rusia ha venido dando tumbos en el escenario internacional. La patria de Tolstoi, Sajarov y Solzhenitsyn enfrenta hoy serios problemas, entre ellos el demográfico. La enfermedad comunista dejó como legado, entre otros horrores, una población carente de esperanzas que en buena parte no desea reproducirse. Sumemos a ello una economía dependiente de las materias primas, en particular de recursos energéticos, que se queda atrás en los campos de la educación y la innovación tecnológica, todo esto empeorado por una galopante corrupción.

Sin embargo, insisto, no es inteligente subestimar a Rusia. La razón principal es que la situación de un país tan importante, por su pasado, su geografía, sus recursos naturales y la experiencia acumulada de su gente, no debe medirse exclusivamente en términos materiales o en función de su poderío militar, convencional y atómico. Otro factor de crucial relevancia es la calidad de su liderazgo. No me refiero a los aspectos morales sino a su visión estratégica, capacidad de decisión y voluntad de poder.

Si estos ingredientes son tomados en cuenta, y en vista que la condición de gran poder es siempre relativa a otros, Rusia cuenta actualmente con una apreciable ventaja sobre, por ejemplo, los Estados Unidos, Europa y Japón, donde las élites experimentan un período de dispersión interna, extravío estratégico y vocación aislacionista orientada hacia los asuntos domésticos, y en general desinteresada de la geopolítica mundial. El caso de China es más complicado y no mucho sabemos de la situación de sus élites dirigentes, pero estoy convencido que el poderío chino ha sido exagerado. Los problemas internos que enfrenta China son enormes y su alcance estratégico siempre será limitado.

Putin es un cínico entrenado en las artes del más crudo maquiavelismo. Sus actuaciones muestran que tiene claro que el interés nacional ruso exige actuar con una cuidadosa mezcla de audacia y cautela, juzgando con frío cálculo sus propias debilidades y las de sus adversarios. Esta línea de conducta le hizo ganar, por los momentos, el complicado ajedrez sirio, y Rusia es de nuevo un actor significativo en el Medio Oriente, donde Arabia Saudita y Egipto han decidido que acercarse al oso siberiano es un imperativo estratégico.

En Corea, Vietnam, Irak, Afganistán, y ahora en Siria, Washington no logró imponer su voluntad. Ello desgasta y desconcierta. Estados Unidos ya no es el mismo. En Europa, el complejo de culpa alemán y la crisis del Euro paralizan una comunidad que luce decrépita antes de tiempo. Japón no termina de salir del pantano económico y su población envejece. China avanza pero a tientas. En medio de todo esto y a pesar de sus desafíos internos, Rusia retorna al tablero estratégico con base a la fuerza de su élite política y en particular del perspicaz y siniestro Putin. Pocos lo creían posible pero los hechos son elocuentes.

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Negociando con Bashar – Luis DE LION

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Al momento de escribir éste artículo, habían comenzado el jueves pasado en Ginebra, las discusiones entre el jefe de la diplomacia estadounidense John Kerry y su homólogo ruso Sergueï Lavrov. El tema crucial es Siria y de entrada ambas partes mostraron sus profundas divergencias. Las negociaciones tenían previsto una duración de dos días y el tema era sobre las condiciones para neutralizar el arsenal de armas químicas sirias, algo que se perfila muy difícil.

En principio porque, Rusia insiste en que se dejen de lado las amenazas de un ataque militar a Siria. Washington y París, por su parte aspiran mantener la presión sobre el régimen de Bashar, para que de esa manera éste respete sus compromisos sobre las armas químicas.

Un primer paso por parte de Damasco, se acaba de oficializar ante la ONU, luego de 20 años de rechazo, Siria ha finalmente decidido adherirse a la Convención 1993 sobre la prohibición de armas químicas.

Mantener la presión. “Las declaraciones del régimen sirio no son suficientes” señaló John Kerry desde Ginebra apenas comenzaron las discusiones y aseguró que su país “mantendrá la presión sobre el régimen sirio” De igual forma el jefe de la diplomacia estadounidense mostraba un escepticismo muy poco diplomático al decirle a su homólogo ruso: “¿quiere usted que yo crea en su palabra?…” y luego en un tono más conciliador, pero comprometedor le dijo a Lavrov “juntos vamos a poner a prueba la capacidad del régimen sirio a mantener sus promesas”

Bashar Al-Assad, sin duda buscará interferir en las negociaciones. Cuidadoso de no dejarse imponer condiciones y fechas por la comunidad internacional, el dictador sirio expuso sus condiciones a través de una entrevista que otorgó al canal ruso Rossia 24. Aceptando colocar sus armas químicas bajo control internacional, a condición que cesen las amenazas estadounidenses, Bashar, exige que Moscú siga siendo el interlocutor principal en las negociaciones y el acuerdo que se logre solo se aplicaría treinta días más tarde. Un plazo al que sin duda Kerry se opondrá.

Mientras tanto, la ONU acusó recepción de la solicitud de Damasco de adherirse a la Convención sobre prohibición de armas químicas, al tiempo que Ban Ki-Moon, éste viernes acusó a Bashar de haber cometido “numerosos crímenes contra la humanidad”. Todo lo antes señalado nos sirve para recordar que el régimen de Bashar si bien no ha perdido a todos sus aliados, hace rato perdió toda medida, toda consideración y parece no tener límites.

Huir hacia delante es una práctica recurrente en el régimen del sátrapa sirio, táctica ésta que coloca una vez más a la comunidad internacional en una situación comprometida. Fue Damasco quien aceptó hace un año, el plan de Annan y la mediación rusa, para luego seguir masacrando a su población en las narices de los observadores internacionales.

Creo que ésta vez, tampoco se logrará avanzar. Son demasiados los crímenes cometidos por Bashar, lo cual lo convierte en ilegítimo. No estamos en los años 80 cuando Hafez, el papá de Bashar, masacró impunemente a su pueblo. Los tiempos han cambiado, en el presente dichos actos son imperdonables y el régimen que encabeza Bashar es una anomalía que debe desaparecer. No es un asunto diplomático, sino principal y esencialmente político.

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Siria y la geopolítica – Aníbal Romero

 Aníbal Romero 

La crisis siria se enmarca en un complejo contexto geopolítico. Existen en el Medio Oriente dos ejes fundamentales de confrontación. Durante décadas el eje principal enfrentó a Israel contra buena parte del mundo árabe e Irán. Actualmente este eje ha pasado a un relativo segundo plano y el conflicto clave se centra dentro del propio ámbito islámico, dinamizado por la pugna ancestral entre grupos religiosos y tribales. A la cabeza de los bandos se encuentra, de un lado, Arabia Saudita y el vasto universo sunita; de otro lado está Irán, liderando el sector chiíta. Teherán apoya a Assad (chiíta) en Siria, y también lo hace Moscú. Washington rechaza la expansión iraní, el empeño nuclear de los Ayatolas y la influencia rusa.

Israel, entretanto, percibe el programa nuclear de Irán como una grave amenaza a su seguridad; ello, sin embargo, no necesariamente le lleva a desear con alborozo el fin de Assad y su régimen, pues sabe que los rebeldes sirios no son esos personajes idealistas, simpáticos y democráticos que inventaron CNN, la BBC, y el resto de la idiotizada prensa occidental en general. Israel sabe que Al Qaeda se ha infiltrado ampliamente en Siria, y que una victoria sunita en ese país podría traer peores consecuencias que la permanencia del actual carnicero en Damasco. Basta con informarse de lo ocurrido en Egipto con la Hermandad Musulmana, así como en Libia luego de la intervención “humanitaria” y la muerte de Gadafi. Egipto tuvo que retornar a la dictadura militar, y Libia es hoy un foso de anarquía, caos y fragmentación tribal.

Si lo anterior suena confuso, pues me temo que en efecto lo es. La única forma de hallar una brújula que nos guíe para entender el tema es poner los pies sobre la tierra, y asimilar de una vez por todas que las grandes naciones no actúan por motivos “humanitarios” sino por intereses estratégicos concretos.

El problema para Washington en Siria tiene dos aspectos: Por una parte que Irán se anote un triunfo, si es que Assad, el aliado de Teherán, gana la guerra civil. Por otra parte que las armas químicas de Assad acaben en manos de Al Qaeda, Hezbolá, Hamás, y quién sabe qué otras organizaciones terroristas por el estilo. En realidad, y aunque luzca cínico sugerirlo (y así son con frecuencia las cosas en política internacional), a Washington lo que le convendría es que nadie ganase la guerra civil siria, y el único objetivo geopolítico sensato que podría lograr Barack Obama con un ataque más o menos en serio contra el régimen sirio, sería degradar la capacidad ofensiva de Assad, la de sus tropas, su fuerza aérea y sus armas químicas, e impedir que el tirano en Damasco logre una victoria decisiva.

Washington ha afirmado que el objetivo de un ataque no será derribar el régimen. Todo indica que se han percatado de que los famosos rebeldes no son los chicos buenos de las películas de Hollywood. Arabia Saudita, de su lado, está aterrorizada ante el avance nuclear iraní; parece decidida a presionar sin pausa por la caída del régimen en Damasco y de ese modo asegurar el triunfo sunita. ¿Y Al Qaeda? Ni la mencionan, pero allí está.

La enorme decepción de la llamada primavera árabe, los tremendos fracasos en Irak, Afganistán, Egipto y Libia, la carnicería siria y el progresivo desmembramiento de países enteros según divisiones religiosas y tribales, incluidos seguramente el Líbano y Jordania, inducen a pensar que el panorama geopolítico del Medio Oriente no hará sino complicarse. Hay problemas sin solución y “soluciones” mal concebidas que más bien agravan los problemas.

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Siria, no a la impunidad – Luis DE LION

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Obama, hace un año había señalado que si el régimen sirio utilizaba armas químicas, estaría sobrepasando la línea roja. Hoy el gobierno de los EE.UU. estima con “un alto nivel de certeza” que el régimen sirio ha utilizado armas químicas.

Una convicción que le otorga rigor al escenario de una intervención militar. John Kerry dice apoyarse en múltiples fuentes, y en ese sentido la Casa Blanca hizo público éste viernes un informe de los servicios de inteligencia, el cual concluye que el régimen de Bachar Al Assad fue el responsable del ataque con armas químicas el miércoles 21 de agosto, en la periferia de Damasco.

De la lectura de dicho informe, descubro que, tres días antes del ataque, los servicios señalan disponer de información indicando que equipos sirios preparaban municiones químicas, en la zona de Adra. La inteligencia estadounidense recolectó pruebas a partir de fuentes humanas, de intercepciones electrónicas e imágenes de satélites.

El día del ataque, imágenes satelitales muestran que el régimen sirio procedió a lanzar cohetes y fuego de artillería, desde temprano el miércoles 21 de agosto, sobre varias zonas de Damasco controladas por los rebeldes. Los tiros provenían de zonas controladas por el gobierno. Hasta que 90 minutos más tarde, las primeras menciones de un ataque químico aparecen en las redes sociales, siendo aproximadamente las 2.30 a.m. locales.

Los EE.UU. –se lee en el informe- igualmente identificaron unos 100 videos, filmados desde 12 lugares diferentes, en la mayoría de ellos se muestra un gran número de cadáveres mostrando marcas físicas coherentes con – pero no forzosamente causadas por – una exposición a un agente neurotóxico. La CIA comprende que los rebeldes no tienen capacidad para falsificar una cantidad tan grande de videos.

Las comunicaciones interceptadas. Los EE.UU. reconocen haber interceptado la comunicación entre un alto responsable, íntimamente ligado a la “ofensiva” y que confirma la utilización de armas químicas por el régimen sirio. Dicho responsable, se decía inquieto, porque los inspectores de la ONU presentes en la capital no pudieran obtener prueba alguna del ataque.

En la tarde del propio día del ataque, “poseemos información que muestra que el personal encargado de las armas químicas recibió la orden de detener la operación” dice el informe presentado por John Kerry.

El balance del ataque. La información de los servicios secretos estadounidenses evoca la cifra de aproximadamente 3.600 heridos presentando síntomas neurotóxicos, ingresados en apenas tres horas, en tres hospitales de la región de Damasco. Es la misma cifra que aportó la ONG Médicos sin Fronteras.

Respecto a las víctimas mortales, Washington estima 1.429 muertes, de las cuales 426 eran niños, un balance que cambiará en la medida que otras informaciones vayan llegándole a los servicios norteamericanos.

Ante éste cúmulo de pruebas, las cuales se suman a las ya presentadas por Francia, si Occidente no ataca a Siria, luego del uso de armas químicas contra civiles, quedaría establecido un terrorífico antecedente.

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¿Qué busca Israel en Siria?

   Luis DE LION

Israel, ni confirma, ni desmiente el bombardeo del 30 de enero en la frontera entre Líbano y Siria. Un ataque aéreo, a un objetivo aún incierto para la opinión pública. Según fuentes oficiales de EE.UU. citadas por el New York Times se trataba de un convoy de misiles rusos destinados a Hezbolá, lo que fue destruido. Siria, por su parte, señala que se trató del ataque a un centro de investigaciones militares, ubicado entre Damasco y la frontera libanesa, una “agresión” que provocó la muerte de dos personas e hirió a otras cinco.

Es costumbre que Israel se niegue a comentar éste tipo de operaciones. Queda preguntarse cuál es el sentido de dicha acción y sus consecuencias.

En la campaña electoral, el tema de la amenaza siria fue ampliamente expuesto por, Netanyahu. El 6 de enero el Primer Ministro anunció la construcción de una barrera en los altos del Golan, en la frontera con Siria. La voluntad electoralista quedaba clara. Pero si las máscaras antigases se siguen distribuyendo en Israel es porque la amenaza es real. En diciembre, el temor que Bachar pudiera usar armas químicas, se volvió casi una certeza en la boca del propio Obama.

El 27 de enero, tres días antes del ataque, Netanyahu, evocó en Consejo de Ministros, «las graves amenazas a la seguridad» que sobre su país recaen “las armas letales, de una Siria desintegrándose”. Tel Aviv, teme que, grupos hostiles se apoderen del stock de armas sirias, en particular los misiles rusos SA-17.

Inmediatamente hay que pensar en el enemigo jurado, el Hezbolá libanés, ampliamente apoyado por Damasco. “Israel siempre ha dicho que si armas sofisticadas, caen en manos de Hezbolá, se habrá traspasado la línea roja”.

Según expertos el ataque israelí era previsible. No solo por el despliegue reciente de baterías antimisiles en la frontera siria, sino porque además Rusia, como confirman las recientes declaraciones de Medvedev, duda de la subsistencia de su amigo Bachar en el poder. En ese sentido, Tel Aviv, habría aprovechado el debilitamiento de un país contra el que está oficialmente en guerra desde 1967. Al tiempo que, la situación actual de guerra en Siria hace casi imposible que Damasco o el propio Hezbolá puedan contraatacar. Bachar ya tiene bastantes problemas y Hezbolá está ocupado ayudando a Siria y ninguno de ellos tendría interés en ampliar el campo de batalla.

La prensa libanesa alarmada por el ataque israelí, teme que el conflicto se amplifique. El diario Al-Akhbar publicó “Israel ha enviado varios mensajes, al régimen sirio y a la Comunidad Internacional” En resumen, Israel habría querido forzar a sus aliados a tomar posición y actuar ante la creciente amenaza siria. Principalmente EE.UU. en plena renovación de la administración de Obama. Desde Washington diversos analistas señalan que Israel puede seguir intentándolo, pero no obtendrá nada. El Departamento de Estado escogió una posición diplomática de repliegue, intervenir en ese asunto, traería más inconvenientes que ventajas.

Por su parte, Damasco, denunció una “grave violación del derecho internacional”, lo mismo han dicho sus aliados, Moscú y Teherán. El pasado jueves, Siria, protestó ante la ONU. La Liga Arabe, también condenó el ataque. Pocas son las opciones de éxito para Damasco movilizando al mundo árabe. Solo sacará provecho, la propaganda del régimen de Bachar, que desde el principio justifica su guerra contra los “rebeldes” como un combate contra fuerzas “extranjeras”.

Estamos lejos de la internacionalización del conflicto. Pero al llevar a cabo éste ataque, Israel, logró dos objetivos: debilitar a sus enemigos y recordarle al mundo árabe, que puede, en cualquier momento, hacer valer su voz, sin discreción alguna.

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La matanza de Hula

 Luis  DE LION

 

La matanza del pasado viernes en la ciudad de Hula, en la que perecieron 108 personas, entre ellos 49 niños y 34 mujeres, sirve para recordarnos que el régimen de Bashar al Asad si bien no ha perdido a todos sus aliados, al menos ha perdido toda medida, toda consideración y parece no tener límites.

Huir hacia delante es una práctica recurrente en el régimen de Bashar, táctica ésta que coloca a la comunidad internacional en una situación comprometida. Fue Damasco quien aceptó el plan de Annan y la mediación rusa, para luego seguir masacrando a su población en las narices de los observadores internacionales.

Mercantilista, militar y monárquico es el sistema de los Bashar. El padre Hafez en 1982 mató a 46.000 personas, su hijo va por 13.000, sin duda, una mórbida contabilidad familiar. Es por ello que un cambio, resulta complicado, casi imposible, en un país en el que no existe vida política. Ni acuerdo entre protagonistas, ni victoria militar, ni intervención de la comunidad internacional, es decir, las tres formas de resolución de conflictos no parecen adaptadas para el caso sirio.

Desde un punto de vista militar, aún con el visto bueno de Rusia a una resolución del Consejo de Seguridad, las fuerzas aliadas no están hoy en capacidad de hacerle la guerra a Siria, cuyo ejército sigue cohesionado, sin mayores deserciones, sin divisiones internas, ni religiosas, ni ideológicas y con una capacidad de fuego intacta.

Desde un punto de vista político, en la actualidad sobran los ejemplos (Afganistán, Irak, Libia) en los que ha quedado comprobado que la superioridad tecnológica-militar de occidente no se traduce necesariamente en superioridad política.

Bashar sabe que occidente está casi de manos atadas, y es por ello, que ha permitido la presencia internacional en su territorio, una representación anecdótica de 300 observadores, desarmados, sin misión precisa que no sea, simples actos de mediación local. Al tiempo que, el apoyo casi incondicional de Putin, se refuerza en el hecho que Rusia está de vuelta en la escena internacional y no quiere seguir viendo como sus aliados caen cual moscas, a manos de revoluciones que reciben un amplio y nada discreto apoyo exterior. Por si fuera poco, Moscú, sabe que si occidente ataca militarmente a Siria, es una manera de atacar a Irán, el otro aliado del Kremlin.

Mientras la opinión pública internacional observa las espantosas imágenes que por cuenta gotas llegan desde Siria, Bashar gana tiempo, y así tratar de aplastar de una vez por todas, la rebelión.

La opción militar prácticamente descartada, el presidente Obama, en Camp David evocó ante Medvedev la “opción yemení” basada en la salida de Bashar del poder, manteniéndose lo esencial de su régimen. Es el proyecto que será presentado a Putin el 18 de junio próximo en la cumbre del G20 en México.

Un cambio de régimen, en la continuidad. En la espera, la masacre sigue su curso.